“¡Perfora, nena, perfora!”

De todos los piropos que le dedicaron a Sarah Palin en la Convención Republicana, hay uno especialmente obsceno que aún resuena: “Drill, baby, drill!” (“¡Perfora, nena, perfora!”).

Podemos escuchar el cántico en Youtube. O lo podemos comprar estampado en las camisetas de zazzle.com, con goterones de petróleo colgando de las letras. O con una plataforma petrolífera perforando donde menos le duele a la gobernadora. Alaska, o sea.

No le falta razón a Obama. Los republicanos parecían un coro de cheerleaders a sueldo de Exxon Mobil:”Drill, baby, drill!”... Gritaban como los romanos del Coliseo, sedientos de sangre, más sangre. Palin dio la talla como gladiadora y sólo le faltó exhibir su escopeta de caza (otro de sus muchos puntos de conexión con Dick Cheney, que seguramente se frotó las manos como productor ejecutivo del montaje petrolífero).

“¡Perfora, nena, perfora!”... En esas tres palabras se resume la política energética de los republicanos, secuela del “¡Perforad, perforad, malditos!” que constituye el legado de estos ochos años de George W. Bush, en los que los norteamericanos han reforzado su inconfensable adicción al petróleo de Oriente Medio.

Y en esto llega John McCain, se sube a una plataforma petrolífera de Chevron cerca de Nueva Orleans, y lanza desde allí su plataforma energética para buscar oro negro en las costas: “Drill here, drill now!” (“!Perforad aquí, perforad ahora!”). McCain entierra el hacha de guerra ecologista, el mismo con el que se opuso en tiempos a las prospecciones petrolíferas en la Reserva del Artico de Alaska, y se deja seducir por la glotonería de Cheney y la gobernadora.

Sarah Palin puede ver muy de cerca el retroceso de los glaciares en la península de Kenai o el preocupante derretimiento del subsuelo helado en Newtik, pero prefiere apuntar a otra parte. Prefiere seguir despellejando alces y carbibús, y negándose a incluir el oso polar entre las especies en extinción. Prefiere cuestionar al cabo de 150 años la teoría de la evolución de Darwin y poner también en entredicho el calentamiento global: “El jurado aún no ha emitido su veredicto sobre el cambio climático”.

“¡Perfora, nena, perfora!” Apura hasta la última gota. Apuesta por el petróleo, la energía nuclear y el carbón limpio. Margina las energías renovables como las últimas de la lista, sigue sin fijar objetivos de ningún tipo y permite que tu país (a excepción de los estados del oeste) pierda definitivamente el tren del sol y del viento, que apenas sacian el 1% de vuestra voracidad energética.

Condena, nena, a Al Gore como el profeta del apocalipsis por atreverse a decir que este vasto país tiene la responsabilidad y la oportunidad de darle la vuelta a su tarta energética en una década. Y por supuesto ignora a Thomas Friedman, que esta misma semana publica Hot, flat and crowded, su llamamiento a esa revolución verde que se está produciendo en el resto del planeta.

CARLOS FRESNEDA
NUEVA YORK

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