Cómo evitar la 'calentura' de Washington - La otra América VI


Un proyecto ciudadano llamado Cool Capital moviliza a la población para reducir las emisiones de CO2 y darle una lección a la inoperante Casa Blanca

Corre un viento polar por el río Potomac, pero Steve Coleman calienta motores en bicicleta a los pies del obelisco, camino del Capitolio y finalmente ante la mismísima Casa Blanca. Parada y fonda... «Nuestro objetivo es enfriar Washington, y el Congreso ha tomado nota, y también varias agencias del Gobierno, pero el presidente no se da por enterado: habrá que esperar al próximo inquilino».
El medio es el mensaje, y aunque no es viernes (el día en que los vecinos siguen el 'bike Friday'), Coleman va predicando con el ejemplo a golpe de pedal. Hace un año que lanzó el proyecto Cool Capital, para reducir las emisiones de CO2 en la capital en 450.000 toneladas el primer año. O el equivalente a retirar 80.000 coches de las calles. Y el doble el año siguiente.

Aún están en el 27% del objetivo, pero la bola de nieve crece y todas la semanas van sumando empresas, instituciones, universidades, colegios, iglesias y vecinos que se comprometen a seguir una estricta dieta de carbono por aquello de poner su grano de arena en la lucha contra la calentura global.
La idea surgió durante un cónclave en la embajada verde de Washington, esa flamante mansión amarilla y neorrenacentista donde anidan desde hace años una larga decena de grupos ecologistas y de derechos civiles. Ofició el encuentro Lara Hansen, experta en cambio climático del WWF, y de ahí emergió como un poderoso iceberg la consigna: «Enfriar la Capital».

«Tú debes ser el cambio que quieres ver en el mundo», recalca Steve Coleman, 47 años, padrino de Cool Capital. «El principio de Gandhi es más urgente y necesario hoy que en ningún momento de la historia... Ha llegado el momento de hacer pequeños sacrificios con los que todos saldremos ganando. Podremos vivir mejor, pero sólo si actuamos ahora».

Coleman incita a su medio millón de vecinos a sumarse al reto de enfriar la capital, empezando por los pequeños gestos y generando sobre la marcha una cadena de cambios que acabarán calando en la clase política por contagio natural. «Es el poder que tenemos por el hecho de vivir en Washington», explica Coleman. «Los políticos no pueden ignorar el mensaje que les estamos haciendo llegar los ciudadanos. Ya hay más de 680 ciudades que han suscrito los acuerdos de Kioto, y Cool Capital puede convertirse ahora en el modelo de acción: todas las soluciones son locales».
Multinacionales como Dupont o los hoteles Marriott, los monstruos burocráticos del Departamento de Estado o el de Agricultura, los campus de la American University y Georgetown, la catedral de Washington... La lista de abonados al enfriamiento de la capital crece y crece, y también la necesidad de verificar hasta qué punto se cumplen los compromisos. «De momento, son los propios participantes en el reto quienes aportan la información de su reducción de emisiones», admite Coleman, «pero esto debería ser comprobable con auditorias de eficiencia energética».

Se buscan: decenas de 'carbon busters,' o cazadores de carbono, dispuestos a explicar a sus vecinos cómo aplicar el cuento del cambio climático en la vida cotidiana... «El primer gran consejo es simplemente desconectar, apagar lo que no se esté utilizando. La segunda es conectar, en el sentido humano de la palabra: convencer a tu vecino, crear comunidad. La tercera es consigna es 'cool now' (enfriar ahora), no aplazar ni un solo día las decisiones porque no hay tiempo que perder».

Steve Coleman recuerda cómo la embajada verde (que albergó en tiempos al personal diplomático de Brasil y de Hungría) era una ruina cuando la recuperó el colectivo Parks & People. Curtida en Bogotá, María Carolina Pulido es ahora el brazo derecho de Steve Coleman para la comunidad hispana. Su idea distante y fría de Washington ha cambiado radicalmente desde que llegó al pueblo o la capital -según se mire- hace tan sólo unos meses: «Comprendí que es una de las ciudades más verdes del continente, y descubrí el trabajo de decenas de norteamericanos muy involucrados, deseando ser parte del cambio. Creo que es un modelo que podemos sin duda replicar en todo el planeta».

«QUERIDO PRESIDENTE»
Washington. «Querido candidato a presidente, el debate se ha acabado. Miles de científicos de todo el mundo admiten que el planeta se está calentando y que la dependencia humana de los combustibles fósiles es la primera causa. Todavía hay tiempo hacer frente al reto, pero Estados Unidos requiere el liderazgo necesario para poder hacerlo»...
La carta la han firmado ya más de 100.000 norteamericanos, reunidos bajo el paraguas de 'Heatison.org', la campaña que está haciendo llegar a todos los candidatos el mensaje apremiante: el calor está encima. Los activistas del cambio climático agitan sus pancartas en todos los mítines y la web está que arde, pero lo cierto es que los presidenciables no han cogido aún la onda y dejan la cuestión palpitante para el tiempo de descuento. Pese a todas las señales de alarma de los últimos meses, el calentamiento gobal figura como el número 21 en lista de «prioridades» de los votantes republicanos y el 17 en la de los demócratas, de ahí la cautela de los aspirantes, comparable con la que exhibió Al Gore hace ocho años.
Barack Obama habla de crear un Foro Global de las Energías Renovables, mientras Hillary Clinton propone un nuevo Proyecto Apollo para propulsar las energías limpias. Los dos se apuntan al objetivo de reducir en un 80% las emisiones a mitad de siglo, pero John McCain se conforma con el 65%.
El presidente Bush sigue mientras a lo suyo, aunque a la chita callando ya ha dado sus primeros pasos. El rancho de Crawford funciona en parte con energía geotérmica, y al tejado de la Casa Blanca han vuelto las placas solares térmicas para el agua caliente (Ronald Reagan las quitó en su día como represalia al primer impulso simbólico a la energía solar que dio Jimmy Carter).
La Liga de Votantes para la Conservación anticipa acciones sonoras para poner el tema sobre la sartén en noviembre de 2008. Para Steve Coleman, de Cool Capital, la mayor esperanza es la que puede ofrecer Obama: «¿Te imaginas que fuera capaz de usar la energía de la gente joven y canalizarla hacia la acción contra el cambio climático?».

Carlos Fresneda | Enviado especial a Washington - El Mundo

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