El sol no puede esperar






















Todos los días es el Día de la Tierra en el Centro de la Vida Solar. Tal día como hoy, decenas de vecinos del Russian Valley convergen en este punto emblemático de la geografía california a celebrar con vino de la tierra todo el camino recorrido. El reclamo es inconfundible, dejando bien atrás San Francisco y a los pies la carretera 101: ahí tenemos los paneles de Solar 2000, con una capacidad instalada de 130 kilowatios, suficientes no sólo para autoabastecer el centro sino para calentar e iluminar a gran parte del pueblo de Hopland y sus mil almas.
La gran fiesta solar es sin embargo el 17 de agosto, y este año con un motivo especial: el Solar Living Center vuelve a levantar el vuelo tras las inundaciones que arrojaron por la borda en el 2005 todo el trabajo de una larga década. Como si fuera la metáfora del dique contra el que se estrellan las energías renovables, hubo que volver a empezar casi de cero y plantarle cara a las inclemencias (y después a la crisis).
A sus 63 años John Schaeffer, fundador del Solar Living Center, vuelve la vista atrás con cierta nostalgia y reconoce que el futuro ha dado algún que otro giro imprevisto: "Hippie una vez, hippie para toda la vida... Yo estudié Antropología en Berkeley y en enfilé hacia el norte en la época de "take back the land". Pasé por la Comuna Rainbow, y como tantos otros caí atrapado bajo el sol benigno y las colinas suaves del condado de Mendocino".
"Aunque lo cierto es que al principio teníamos una visión un tanto apocalíptica", reconoce. "La comuna era totalmente autosuficiente: generábamos nuestras propia electricidad, teníamos nuestro propio tratamiento del agua, cultivábamos nuestros alimentos. Creíamos que el petróleo se iba a acabar y que el sistema económico iba a colapsar, y que habría que recomenzar la vida a partir de las pequeñas comunidades. Estoy hablando de hace 40 años".
 La comuna pasó a la historia, pero aquella teoría y práctica de la supervivencia le vino muy bien a Schaeffer para abrirse paso en la vida... "Lo nuestro fue puro idealismo en acción. Y aunque luego vino la apisonadora de los ochenta, nuestra generación sacó una lección muy clara: teníamos una visión del futuro, lo que nos faltaban eran las herramientas".
Mientras vivía aún en la comuna, Schaeffer encontró trabajo como experto informático en Ukiah, y en sus idas y venidas al pueblo empezó a fantasear con la idea de abrir una tienda con todos los artilugios útiles para los "urbanitas" que como él buscaban un nuevo sentido a la vida en el campo. Así nació en 1978 Real Goods, con la misión de "hacer la "ecotopía" accesible al común de los ciudadanos".
 Real Goods –donde hoy se venden desde hornos solares a composteras, pasando por todo tipo de artilugios para una vida sostenible- fue el primer establecimiento en comercializar paneles fotovoltaicos en California. En 1986, convertido ya en una minicadena, abrió las puertas a la venta por correo y se convirtió en un referente mundial del comercio "verde".
Schaeffer pudo haber caído en la tentación de hacerse rico y vivir de las rentas de Real Goods, pero su incorregible idealismo le llevó a dar un paso más. Pionero en eso que hoy llamamos "crowdfunding", consiguió recaudar 3,6 millones de dólares para construir el Solar Living Center, algo así como una demostración del otro mundo posible. Encontró un terreno de cinco hectáreas, usado como vertedero en las afueras de Hopland y en la cuneta de la carretera 101. Se propuso convertirlo en un oasis.
Los arquitectos Sin Van der Ryn y David Arkin incoporaron las últimas técnicas de construcción pasiva y bioconstrucción. Los paisajistas Chris Tebbutt y Stephanie Kotin lo dispusieron todo alrededor de un calendario solar, incorporaron estructuras vivas, huertas orgánicas, estanques para depuración natural, patos, gallinas y hasta un cementerio testimonial de coches usados y devorados por la vegetación.
    









Dentro del centro hay por cierto una estación de biodiesel, varias bicicletas estáticas para generar velocidad y sistemas para la captación de agua de lluvia. Decenas de talleres y cursos –de instalaciones solares a construcción con balas de paja, pasando por la permacultura y la apicultura- se suceden en el Solar Living Center, por donde pasan todos los años más de 200.000 visitantes que se llevan a casa el lema final: "Convierte la inspiración en acción".
John Schaeffer llegó a imaginar un Centro de Vida Solar en cada estado norteamericano. En sus mejores sueños vio un panel solar sobre cada tejado en California y vislumbró la 101 convertida en una "autopista de hidrógeno".
 "Hemos hecho progresos, sí, pero las cosas han avanzado más despacio de lo que pensaba", reconoce. "La tecnología fotovoltaica no ha progresado con la rapidez que hacía falta para convertirla en una fuente de energía eficiente, barata y competitiva. Ha faltado también el impulso político, con más incentivos para incitar a la gente y a las empresas a hacer la transición hacia las energías limpias".
 "Nosotros hemos cumplido nuestra misión, que era hacer ver que se puede construir y vivir de un modo más sostenible, haciendo girar la vida alrededor del sol. Creo que hemos contribuido a nuestra manera a poner en marcha una tendencia que no se puede parar: la transición de los combustibles fósiles a las energía renovables".
El reto, según Schaeffer, está ahora en manos de la siguiente generación, que quizás encuentre la manera de romper el dique político y económico y sepa darle una nueva vuelta de tuerca tecnológica al viejo idealismo: "La Tierra no puede esperar. En cuarenta minutos, el sol nos proporciona la energía que necesitamos para todo el año. Tenemos que encontrar la manera de poderla aprovechar".
Carlos Fresneda

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