Una mujer, un tambor, un árbol


            Foto: Isaac Hernández

"¿De dónde vienen los tambores?", fue la pregunta que se hizo Ubaka Hill, admiradora de Wangari Maathai, deseosa de hermanar la música, la espiritualidad y activismo ambiental. "¿De dónde vienen los violines, los pianos y las guitarras? No tenemos que mirar muy lejos, siempre y cuando tengamos a la vista un árbol".
     
Una mujer, un tambor, un árbol... Es el "tam tam" particular de esta percusionista  afroamericana de mirada afable y voz hipnótica, que sueña con convocar a un millón de mujeres "tamborileras" de aquí al 11 de octubre del 2013, la fecha estipulada para la multitudinaria asamblea del ritmo: The MillionWomen Drummers Gathering.
    
Ubaka abraza su tambor djembe como quien abarca un árbol, o como quien acuna a un hijo... "Aquí reside la pulsación de la vida, la vibración que sentimos desde el útero materno y con la que luego conectamos de una manera asombrosa y mágica".
En los escenarios o en los bosques, en solitario o con su banda, desde el Drumsong Institute o en sus constantes viajes, Ubaka Hill ha ido reuniendo pacientemente al tropel de mujeres tamborileras que darán la nota desde estas misma semana, con la meta puesta en New Platz (Nueva York) y en cientos de lugares en todo el mundo donde el "tam tam" irá acompañado de la siembra.
     
"La idea es así de simple: toda mujer que toque un tambor se compromete a plantar un árbol", explica Ubaka. "Es una manera de dar algo a cambio de todo lo que recibimos de la naturaleza. Todos los instrumentistas "trabajamos" con la madera y tenemos que estar tremendamente agradecidos a los árboles"...
    
"Hubo un tiempo en que los hombres y las mujeres acudían al bosque con la reverencia que merecen los lugares "sagrados". Pedían permiso a los árboles para ser cortados. Se producía un "intercambio" que hoy en día no existe. Hoy en día talamos sin conciencia, preferimos no pensar en los efectos de nuestras accciones. Estamos totalmente desconectados del ciclo de la vida".
      
Los ritmos africanos y latinos, el jazz, el foclore norteamericano y la música celta confluyen en las manos expresivas de Ubaka, que parecen hablar por sí solas cuando acarician, agitan o golpean la membrana de piel... "El tambor es algo común a todas las culturas ancestrales, pero por alguna razón a las mujeres nos fueron excluyendo. "Girls don't play drums" ("Las niñas no tocan el tambor"), me decían de pequeña, en mi casa de Nueva Jersey".
     
A los 17 años, Ubaka dio por fin rienda suelta a su pasión y ahí sigue, superados ya los 50, alternando las actuaciones con su grupo "multicultural", The ShapeShifters, con los seminarios que conectan los tambores con la espiritualidad. Los hombres son siempre bienvenidos, pero la llamada llega de un modo natural a las mujeres, que convierten sus seminarios en auténticas danzas de la vida...
    
"Las mujeres y las niñas tocan realmente como son y sienten. El ritmo resuena de un modo especial en ellas, forman círculos, desaparecen las diferencias sociales, económicas o étnicas, descubren un poder que viene de dentro y conecta con todo lo que nos rodea. Nos convertimos en fuerzas de transformación".
    
En eso anda Ubaka, tejiendo redes, formando grupos locales, soñando con el día de la gran "tamborilada" global...  "La vibración de un millón de mujeres tocando el tambor resonará en el corazón de la Madre Tierra y en el de todas las mujeres del mundo. Elevaremos colectivamente nuestra conciencia y tendremos además la satisfacción de haber plantado suficientes árboles para garantizar que la música pase a la siguiente generación".

Carlos Fresneda

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