El planeta infeliz

La tierra vista desde el espacio. | EM
La tierra vista desde el espacio. | EM

España figura entre los países 'en descenso' en la tercera oleada del Indice del Planeta Feliz (HPI) difundida por la New Economics Foundation (NEF). Nuestro país ocupa el número 62 en el ranking mundial, encabezado nuevamente con Costa Rica y con la sorprendente presencia de nueve países latinoamericnos o caribeños en el 'top ten'.

La 'caída' de España se debe sobre todo a la bajada de la "percepción subjetiva del bienestar" a raíz de la crisis. El otro factor de peso es la alta huella ecológica: pese a la ralentización de la economía, nuestro país está deuda ecológica, con un consumo 3,25 veces mayor que su biocapacidad. En la tercera casilla del ranking, determinada la esperanza media de vida, España sigue figurando sin embargo entre los primeros países del mundo (81,4 años).

"En España se ha producido un grave deterioro de la calidad de vida desde que arrancó la crisis", reconoce Saamah Abdallah, analista del Centro de Bienestar del NEF, pionero en la utilización del nuevo indicador de la felicidad desde el 2006. "El paro es sin duda el principal problema. El desempleo crea una gran inseguridad, destruye el capital social e influye tremendamente en la autoestima".

 

España, con la misma huella ecológica que Alemania


Abdallah, que vivió un tiempo en Barcelona y conoce nuestro país sobre el terreno, apunta sin embargo a otro factor 'invisible': "España entró en deuda ecológica en el mes de abril. La huella ecológica de los españoles es muy similar a la de Alemania, aunque la renta per capita sea más baja y los dos países estén viviendo muy diferentes situaciones económicas".

La crisis ha desplazado por cierto a Grecia hasta el número 83. Otros 'perdedores' son Egipto y Túnez, donde la 'experiencia subjetiva del bienestar' ha caído soprendentemente tras la oleada de la primavera árabe. Saamah Abdallah reconoce que el Indice del Planeta Feliz es aún relativamente 'imperfecto' y no distingue entre países democráticos y no democráticos, pero incide en hechos como el ascenso de Vietnam (número dos en la lista mundial), con una más que aceptable esperanza de vida (75,2 años) y una huella ecológica menor incluso que la utópica meta de 1,8 hectáreas globales per capita (1,4).
En comparación, los habitantes de Costa Rica tienen un impacto mayor en el planeta (2,5 hectáreas per capita), pero su esperanza de vida es la mayor de toda Latinoamérica (79,3 años) y el nivel de satisfacción y bienestar de la población -recogido por la Gallup World Poll- es prácticamente el mismo que el de Noruega y Suecia.

"Latinoamérica va muchas veces por delante de Europa en cuestiones ambientales, y Costa Rica y Colombia (tercero en el ránking) son dos buenos ejemplos", sostiene Saamah Abdallah. "Los dos países son muy autónomos a nivel energético y han apostado por las revonables, en este caso la hidráulica. En Latinoamérica sigue habiendo pobreza y desigualdad económica, pero hay también otro factor que casi nunca figura en los indicadores económicos: el capital social, el valor de los lazos humanos y de las iniciativas comunitarias".

 

Buena vida sin un alto coste


Como contraste, Estados Unidos figura en el puesto 105 de la tabla, arrastrado por su alta huella ecológica (7,2 hectáreas per capita), una de las más altas del mundo, aunque superada por países como Kuwait (9,7) Luxemburgo (10,7) o Qatar (11,7). "Pese a que los norteamericanos puntúan alto en la experiencia subjetiva del bienestar, lo cierto es que su esperanza media de vida (78,5 años) sigue estando por debajo de la de Cuba y de la mayoría de los países occidentales", asegura Abdallah.

En líneas generales, el informe sobre el bienestar sostenible del NEF confirma que vivimos aún en "un planeta infeliz en gran medida, con grandes retos tanto en los países de rentas altas como en los de rentas bajas para llegar al mismo fin: que la buena vida no suponga un alto coste para la Tierra".
La crisis, en opinión de Abdallah, ha tenido un impacto en la calidad de vida -sobre todo en la población joven- y no ha provocado hasta la fecha un revulsivo a nivel político. "Se sigue funcionando con la misma mentalidad con la que creamos el problemas y no se han producido cambios significativos a nivel de gobierno para avanzar hacia la meta del planeta feliz", sostiene. "Existen ideas y soluciones, pero no tenemos aún sobre la mesa un modelo alternativo".

El Indice del Planeta Feliz, enarbolado incluso en su día por David Cameron antes de ser primer ministro, sigue siendo sin embargo "un referente válido" de todo aquello que no solían medir hasta ahora los indicadores económicos. "Al fin y al cabo, el Producto Interior Bruto tardó en su día varias décadas hasta convertirse en el indicador mundial del crecimiento económico", precisa Addallah, convencido de que el HIP -que se obtiene combinando el bienestar subjetivo, la esperanza de vida y la huella ecológica- se codeará tarde o temprano con el PIB.

Carlos Fresneda (Corresponsal) | Londres
Publicado en Natura de El Mundo.es

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