¡Cambiar de energía!


 

¡Cambiar de energía!”... Es la consigna que se escucha estos días en Washington y con la que vamos a despedir este periplo que nos ha llevado durante año y medio por la ruta “verde”. O mejor dicho, por la ruta de las profundas contradicciones.

Desafiando a la ola “antiverde” que sacude Estados Unidos, más de 10.000 jóvenes activistas han acudido a la cita anual de Powershift, que arrancó como un vendaval tras la elección de Obama y que parecía haberse desinflado bajo el peso de los poderosos y oscuros intereses, los mismos que llenaron de negro el Golfo de México (hace un año del vertido de BP) y que ahora contaminan con productos cancerígenos los lagos de Texas (en el nombre de la fracturación hidráulica para extraer gas natural).
      
Condenados a la hoguera como parte del diabólico Dragón Verde, Al Gore y Van Jones han resurgido de sus cenizas y se han atrevido a espolear a la muchachada, al tiempo que los republicanos consuman el mayor asalto a las políticas ambientales de las últimas cuatro décadas.

    
“Es cierto que los Gobiernos han sido paralizados por las compañías energéticas del carbón y del petróleo, que han puesto grandes sumas de dinero para frenar el proceso político”, dijo Gore en la botadura de Powershift. “Pero también es cierto que estamos viendo una gran respuesta por parte de los grupos de base y que a nivel local se está produciendo la transición hacia las renovables y hacia la conservación y la eficiencia”.
    
¿Se supone que debemos esconder la cabeza en la arena y hacer como si no fuera real?” (Gore no pudo evitar la mención al cambio climático). “No podemos negociar con las leyes de la física. Lo que tenemos que hacer es responder a la realidad”.
      
Una pequeña delegación, capitaneada por Courtney Hight (“cabecilla” de la Coalición de Acción en la Energía y ex miembro consejo de calidad ambiental de Obama), se abrió paso hasta la Casa Blanca y mantuvo un breve y energético encuentro con el presidente.
      
“Le hemos dado las gracias a Obama por defender las leyes ambientales frente al acoso de los republicanos”, declaró Hight. “Pero no hemos ocultado nuestras diferencias sobre el tema nuclear. El presidente ha dejado claro que es algo que va a seguir apoyando. Sentimos discrepar”.

       
La seguridad en las centrales nucleares norteamericanas, los efectos del vertido de BP en el Golfo de México, el “imperio” petrolífero de los hermanos David y Charles Koch o los riesgos de contaminación de los acuíferos de la fracturación hidraúlica (“fracking”) fueron algunos de los temas abordados durante el encuentro de Washington, junto a la necesidad de un auténtico plan de “empleo verde” y el urgente relanzamiento de las renovables, que están perdiendo apoyo en detrimento del gas natural y de la energía nuclear.
        
El entusiasmo de la muchachada de Poweshift contrastó con la marcha atrás que se palpa no sólo en Washington sino en estados como Maine, donde el gobernador republicano Paul LePage ha puesto en marcha un plan de 63 puntos para cortar las leyes ambientales. El caso es que dos años después de la llegada de Obama, y 41 años después del primer Día de la Tierra, Estados Unidos se encuentra tal vez en la mayor encrucijada “verde” de su reciente historia.
        
El tiempo dirá hacia dónde se inclina el péndulo ¿Hacia la energía rebosante de los jóvenes o hacia la energía desgastada de los de siempre?

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