Bienvenidos a la City, el 'feudo' sin alma de las finanzas


Escudo de la City. | Carlos FresnedaEscudo de la City. | Carlos Fresneda
  • Banqueros y 'traders' pasan del éxito al fracaso en un mundo de avaricia
  • Cameron se ha quedado solo en la UE por defender los intereses de la City
  • Quiso imponer un veto y se negó aceptar regulaciones financieras de la UE

En la ciudad de la codicia, todo parece concebido para mayor gloria de las finanzas y mayor desolación del hombre. Apenas 9.000 almas viven en este "feudo" sombrío, levantado sin escrúpulos sobre las ruinas del viejo Londinium, sacudido todos los días por una marea de 300.000 oficinistas, banqueros, inversores, 'brokers', 'traders' y demás trabajadores que van y vienen, vienen y van, ajenos a la historia del lugar y de las murallas que ocasionalmente muerden los rascacielos.

El 'pepinillo' de Norman Foster (30 St. Mary Axe) es el símbolo incuestionable de la City, delimitada a lo lejos por la cúpula de St. Paul, a cuyos pies sigue erigido el campamento de tenderetes de los 'indignados', ahí les duele. Junto a la catedral, en una plaza privadísima y semiculta, protegida las 24 horas por decenas de cámaras y agentes privados de seguridad, tenemos la sacrosanta y aséptica Bolsa londinense, viviendo de espaldas a todo lo que acontece en la ciudad.

Porque todo en la City desprende secretismo, ocultamiento y misterio, como si una invisible burbuja la aislara del mundo e impidiera a toda costa que el sol ilumine sus conspicuos callejones. Tal vez por eso David Cameron rompió la baraja en la última cumbre europea y se negó a aceptar las regulaciones que quiere imponer la UE para defender los derechos de la City, uno de los mayores centros financieros del mundo, y que supone un 10% del PIB británico.

"La City es como un estado autónomo dentro de nuestras fronteras, en una posición ideal para lavar el dinero de los oligarcas, de los cleptócratas, de los gángsters y de los barones de la droga", escribe George Monbiot, en uno de los artículos más demoledores contra "el corazón oscuro de Gran Bretaña".

'Aquí trabajamos muchos curritos'

Susan Davenport, empleada de Administración de un banco (prefiere no decir cuál), intenta rebatir por su parte el mito de la City mientras se fuma un cigarro en los soportales triangulares del 'pepinillo': "No es oro todo lo que reluce. Aquí trabajamos también muchos "curritos" que tenemos mucho más en común con la gente de fuera. A quienes llevan las riendas de la City no les verás en la calle. En todo caso, detrás de los cristales ahumados de sus Mercedes o sus Ferrari. O a lo mejor al filo de la medianoche, reponiendo 'fuerzas' en los pubs".

Hace unos meses condenaron a tres años a un tal Anthony Alexander, propietario del Bar Nine, el más notorio de una cadena invisible de clubs de "cocaína y alcohol" para los sufridos trabajadores de la City. Uno de ellos, el 'trader' Kweku Abodoli, fue detenido por defraudar 1.456 millones de euros (se dicen pronto) en operaciones de altísimo riesgo para el banco suizo UBS. Su libro de cabecera no era otro que 'El Lobo de Wall Street', de Jordan Belfort, protagonista y "víctima" de esta economía cocainóamana de fulminantes subidones y demoledoras caídas.

Como en los confines de Wall Street, todo parece "esquinado" en la City. Se diría que los financieros de aquí y de allá se han puesto de acuerdo para apropiarse de la historia de la ciudad, amurallar su 'milla dorada' y dejarla irreconocible e inhóspita (la Unesco ha amenazado con arrebatar a la Torre de Londres el título de Patrimonio Mundial ante la manifiesta fealdad de todo lo que han construido a su alrededor en las últimas décadas).

La City tiene pues algo de castillo kafkiano, para mayor gloria de los 1.117 bancos y firmas extranjeras arraigadas en sus confines de apenas tres kilómetros cuadrados bañados por el Támesis. Ni el Parlamento de Westminster ni el acalde de Londres (Boris Johnson) pintan nada en este feudo anacrónico del siglo XXI, regido por su propio 'lord' alcalde (David Wootton) y protegido con celo por la clase política.

Las empresas radicadas en la City son las mayores contribuyentes a la causa del Partido Conservador, y eso se nota. El sector financiero tiene un peso demoledor, el 10% del PIB de Gran Bretaña, y eso también se nota. El padre de David Cameron fue 'broker' en la Bolsa, y eso se vio bien claro en su afán por lograr en Bruselas las "salvaguardas" para su venerada City (o sea, excluirla del nuevo rigor fiscal de la UE y, por supuesto, de cualquier intento de poner un impuesto a las trasacciones financieras).

"El egoísmo de la City no justifica el sacrificio nacional", escribe Nicholas Faith en 'The Independent'. "La milla de oro ha sido siempre una lugar avaricioso e insular, independiente del resto del país y capaz de ignorar las necesidades de nuestra economía".
"Bienvenidos a la Bancocracia", titula 'The Guardian' en un artículo de Aditya Chakrabortty que dispara contra el creciente y preocupante poder de la City: "En un país más pobre, la complicidad que existe entre nuestros políticos y nuestros banqueros sería vigilada muy de cerca por los oficiales del Banco Mundial, que no dudarían en calificarla de corrupción".
Bienvenidos a la City...

Carlos Fresneda (Corresponsal) | Londres
Publicado en El Mundo.es

De la cultura del 'pelotazo' a la inversión 'lenta'


Gervais Williams. | Foto: Carlos FresnedaGervais Williams. | Foto: Carlos Fresneda
  • 'Todos sabemos que ha llegado el momento del cambio en las finanzas'
  • 'Vamos a tener que apostar por las empresas pequeñas, cercanas y sólidas'
  • 'La gente quiere conocer los 'ingredientes' y poner su dinero en algo real'
  • Cómo dar un 'propósito' a nuestra vida económica
No es codicia todo lo que reluce. En el mundo de las finanzas hay voces sensibles y sensatas como la de Gervais Williams, clamando por un profundo cambio desde dentro. Su libro 'Slow Finance' está provocando una honda reflexión en la City, donde ya se empieza a gestar la transición del 'pelotazo' instatáneo a la inversión "lenta" pero segura...

"Estamos en tiempos difíciles y hay que mentalizarse: el crecimiento rápido posiblemente nunca volverá", advierte Williams, con la experiencia acumulada de 25 años como gestor de fondos de inversión. "Al mundo de las finanzas no le queda más remedio que ralentizarse. Como mucho, podemos aspirar a un crecimiento moderado y sostenible a largo plazo, y ahí ya no hay sitio para las operaciones especulativas y casi indescifrables, que han marcado el ritmo vertiginoso de estos últimos años".
"Al mundo de las finanzas no le queda más remedio que ralentizarse. Como mucho, podemos aspirar a un crecimiento moderado y sostenible a largo plazo"
Se avecinan tiempos aún peores, nadie lo duda, y el instinto nos dice que lo mejor es guardar lo poco que nos queda debajo del colchón o dentro de un calcetín... "Ya no podemos ni depositar nuestros ahorros con tranquilidad en un banco, por miedo a que pueda quebrar, ni comprar bonos del tesoro, porque el Estado está también en una situación muy precaria".
Y sin embargo Gervais Williams confía en plantarle cara al apocalíptico 2012 con una simple y vieja receta: "Vamos a tener que apostar por las empresas pequeñas, cercanas y sólidas que resultan vitales para el día a día y que siguen siendo la base de la economía".

Todos tenemos un papel en la economía

Recuperar el propósito y reconectar con la realidad. Esos son los dos primeros mandamientos de todo inversor 'lento' que se precie... "Durante demasiado tiempo, la consigna ha sido hacer dinero rápido y sin importar cómo. El mundo financiero ha aislado al 'inversor' en una burbuja. Se ha perdido por completo la finalidad de la inversión, que debería ser contribuir al crecimiento, generar dividendos y crear empleo".

"La economía debería estar para servirnos a nosotros, y no al contrario", sostiene Williams. "Y sin embargo hemos creado un sistema tan complejo que excluye a la mayoría y que nos hace olvidar un principio básico: todos tenemos un papel en la economía".

Desde sus oficinas cercanas al Banco de Inglaterra, nuestro gestor de fondos de inversión mira con razonables simpatías a los 'indignados' acampados a la vuelta de la esquina, en la catedral de St. Pauil... "Creo que lo que está consiguiendo el movimiento 'Occupy' es precisamente eso, revindicar nuestra capacidad de decidir en los asuntos económicos como ciudadanos. Curiosamente, el movimiento ha provocado menos hostilidad en el mundo de las finanzas que la que cabía esperar. Yo lo achaco a una razón muy sencilla: todos sabemos que ha llegado el momento del cambio".

Williams llevaba tiempo remando contra la corriente y apostando por las inversiones 'lentas' pero seguras, primero en Gartmore, ahora en MAM Funds. El concepto de Slow Food, introducido por el italiano Carlo Petrini como respuesta a un McDonald’s, salió a su encuentro de una manera natural...
"Como ha ocurrido en el mundo de la alimentación, el mundo de las finanzas se ha llenado de comida 'rápida'. En el mundo post-globalización en el que ya estamos, se ha producido una reacción muy visible incluso en los supermercados, donde los productos locales y orgánicos tienen cada vez más presencia. Lo mismo está empezando a ocurrir con los 'productos' financieros: la gente quiere conocer los 'ingredientes' y poner su dinero en algo real y tangible. ¿Quién tiene aún el valor de invertir en obligaciones de deuda colateralizada (COD)?".

Como herramienta imprescindible de apoyo al libro y a la web, Williams ha lanzado una aplicación para teléfonos inteligentes en los que uno puede localizar la inversiones 'lentas', seguras y locales que merecen la pena... "Las millas o kilómetros también cuentan y hacen la inversión más real, cercana y sostenible. Con este modelo, un accionista cualquiera puede ir caminando o acercarse en transporte público a la empresa en la que ha invertido".

Aunque en este clima de permanente inestabilidad económica que hemos creado, reconoce Williams, no hay ninguna inversión exenta de riesgos. Por eso recomienda a su clientes que, por término medio, reparta su dinero en una 'portfolio' de hasta 25 empresas pequeñas.
'Small is beautiful', que decía E.F. Schumacher, uno de los clásicos pensadores económicos que más han influido en Gervais, que se siente especialmente deudor de Benjamin Graham y 'El inversor inteligente'... "Necesitamos poner una gotas de pensamiento 'viejo' en la nueva economía. A Warren Buffett le cita todo el mundo, pero a mí no me interesa. Lo que propongo es no sólo como ganar más dinero, sino cómo dar un auténtico propósito a nuestra vida económica".

Carlos Fresneda / Londres

El mensaje es la botella


 
Fotos: C.F.

A Karim Rashid le reventaba tener que desperdiciar una botella de agua mineral cada vez que pasaba por el control de seguridad del aeopuerto. Empeñado en rediseñar el mundo, Rashid empezó a darle vueltas a la idea: “¿Y si llevo siempre conmigo una botella ligera de viaje, con un filtro incorporado, que pueda rellenar no sólo en el mismo aeropuerto, sino en la habitación del hotel o en cualquier grifo?”.
     
Así nació “bobble”, la botella de plástico reciclado y reciclable, libre de BPA y de PVC, con un tapón de rosca que es al mismo tiempo filtro de carbono, ideal para limpiar de impurezas hasta 150 litros de agua del grifo. El atractivo de la “bobble” (fusión de botella y burbuja) está sobre todo en la “cintura”, que invita a cogerla y a apretarla con fruición, y también en los sugerentes colores del filtro.


  
Pero lo más importante es el “mensaje”... “En EEUU se consumen todos los días 15 millones de botellas de plástico, y tan sólo el 8% se recicla”, recuerda Rashid. “Con cada “bobble” nos ahorramos al menos 300 botellas, y al cabo de 150 litros no tenemos más que cambiar el filtro. Sus posibilidades además son inmensas... Estamos trabajando en un modelo con filtros más sofisticados, que pueda usarse para beber agua directamente de un pozo en Africa”.
     
Al cabo de poco más de un año, con más de 10 millones de unidades vendidas, la “bobble” se ha convertido en algo así como la botella de Coca Cola del diseño verde.
“En los últimos seis meses han habido al menos tres compañías que han comercializado modelos más o menos parecidos”, advierte Rashid, que desarrolló su original recipiente en colaboración con la compañía Move Collective de Nueva York. “Y saldrán muchos más imitadores, estoy seguro... Estamos ante un ejemplo más de cómo un diseño atinado puede ser un auténtico motor del cambio, y hacer que la sociedad avance por el camino adecuado”.


Si por él fuera, lo cambiaría todo, absolutamente todo a su paso, empezando por el negro enlutado de los trajes de ejecutivo, que dejarían paso al rosa...“Los humanos nos hemos empeñado en hacer un mundo feo y gris. Tenemos una obsesión cartesiana por el ángulo y la línea recta, que no existe en la naturaleza, donde todo es asimétrico y donde mandan el color y las curvas. El color y la forma han de servir para crear energía positiva y despertar en nosotros el sexto sentido: la experiencia”.
      
Altísimo, con su camisa rosa y los antebrazos tatuados con jeroglíficos, Rashid es el vivo ejemplo de su propia filosofía estética. Aunque huye de clichés, se siente cómodo con la etiqueta de “minimalismo sensual”, y también con la de “blobjetos” para algunas de sus creaciones rompedoras y curvilíneas.


      




La papelera Garbo, las sillas Oh y Butterfly, los relojes “kaj” de Alessi, los sinuosos frascos de Kenzo o la miniaspiradora Dirt Devil Kone llevan la estampa intransferible de Rashid, posiblemente el diseñador más ubicuo de la última década, tomando el relevo a Philippe Starck. El restaurante Morimoto en Filadelfia, el hotel Semiramis en Atenas o la nueva tienda de Agatha Ruiz de la Prada en Nueva York son algunos de sus espacios creados en su dimensión de interiorista, en la que intenta ser fiel al mismo principio...
     
“El diseño por el diseño, como ocurrió en los ochenta, pasó a la historia. Los “decoradores” son cosa del pasado. Debería existir una palabra que fundiera función y forma, que para mí van siempre unidas. Lo bello debe ser útil, y viceversa”.

Hace exactamente un década, recién cumplidos los 40, Rashid se desmarcó con un manifiesto compulsivo que sacudió los cimientos del diseño: “Quiero cambiar el mundo”. Superado el listón de los 50, con más de 3.000 objetos a sus espaldas, este diseñador nacido en El Cairo, criado en Canadá y afincado en Nueva York ha querido dar un nuevo sentido a su proclama “revolucionaria”...
     
Hay una necesidad urgente de cambiar el modo en que funciona la humanidad. Hemos creado un mundo basado estrictamente en el consumo. Estamos dilapidando los recursos y destruyendo la naturaleza, y no podemos seguir así por mucho más tiempo. Hay que ir desterrando el petróleo y todos sus derivados, y diseñar cada vez más con materiales biodegradables y reciclables”.
      
“Y hay que cambiar también la cultura de usar y tirar, apreciar los objetos que nos rodean, entablar una relación emocional y duradera con ellos”, concluye Rashid. “La meta última del diseñador es hacer del mundo un lugar mejor: ésa es la premisa original en la que sigo creyendo”.

Carlos Fresenda / Londres
Publicado en blog Blogoterráqueo de El Mundo.es

La economía cocainómana


 
                     Fotos: C.F.

En una de las calles más “nobles” de distrito financiero de Londres, Lombard Street, se esconde también uno de sus secretos mejor guardados: City Beacon. Allí no acude uno a buscar consejo sobre cómo o dónde invertir, o sobre cómo capear el temporal económico en estos tiempos inciertos.

Allí se va pidiendo -suplicando casi- una “receta” para salir del “agujero” vital y personal al que arrastra la cocaína.
Desde el suicidio del alto ejectivo del HSBC Christen Shnor (en plena debacle financiera del 2008) a la detención en el 2011 del “trader” Kweku Abodoli (por defraudar 1.456 millones de euros en operaciones de alto riesgo para el banco suizo UBS), los titulares asociados con el uso y abuso de la cocaína han sacudido sospechosa y periódicamente la City.

Habitualmente se citan el estrés, la presión y la fatiga como los factores que llevan a los “brokers” y a los “traders” al galope desbocado de la coca. La droga se interpreta siempre como la consecuencia y nunca como la causa. Faltan estudios que indaguen en la estrecha conexión entre los “hábitos” particulares del mundo de las finanzas y el comportamiento general de una economía atizada con la fusta de la farlopa.


   
Aumento de la autoestima. Confianza en el poder de uno mismo. Excesiva excitación. Terrible irratibilidad. Compulsión progesiva. Insomnio crónico. Intensas depresiones.  Psicosis paranoica…
Los síntomas del adicto a la coca podrían aplicarse pefectamente al “subidón” que experimentó la economía antes de la demoledora caída del 2008. Desde entonces, la hemos tenido en “rehabilitación”, y ahora parece que estamos en la “recaída”. Todo hace pensar que en el 2012 nos tocará la “cura de realidad”: no habrá salida posible hasta que todos reconozcamos nuestro papel en esta adicción colectiva.

Datos que avalan nuestra tesis: del 2003 al 2008 aumentó el consumo coca un 50% en el Reino Unido, lo que convierte a los británicos en los primeros consumidores per cápita del mundo occidental en vísperas de la gran batacazo. Aunque el consumo ha caído, curiosamente, coincidiendo con la ralentización de la economía: las muertes “accidentales” asociadas con la cocaína bajaron en la Gran Manzana de 478 en el 2006 a 274 en el 2010.

    
En City Beacon, a un paso del Banco de Inglaterra, los “especialistas” atienden simultáneamente a un centenar de banqueros y “traders”, entre los 25 y 40 años, tanto hombres como mujeres, unidos por el deseo desesperado de encontrar una salida. El cofundador Richard Kingdom reconoce al Evening Standard que la “espiral” de adictos  buscando tratamiento se ha acelerado precisamente con la creciente zozobra financiera.
    
En la City, hace apenas siete meses, detuvieron por cierto a un tal Anthony Alexander, al frente de uno de los clubs más reputados (Bar Nine) de “cocktails y cocaína”: la combinación letal que puede acabar por hundir la economía.



La naturaleza es nutritiva


























“El último niño en el bosque” es uno de los libros que más me han marcado en mi vida de  adulto. Como padre de tres niños, nacidos y criados en el duro asfalto, la falta de naturaleza en sus vidas empezaba a ser casi una obsesión. Por eso me caló tan hondo la obra de Richard Louv, que arrancaba con una pregunta ingenua y demoledora, formulada en voz alta por su hijo Matthew...


“Y dime papá, ¿por qué lo pasábais mejor vosotros cuando eráis niños?”.


Richard Louv tiró de los recuerdos de aquella infancia perdida: de las casas en los árboles y las cabañas en el bosque, de los escondites entre espigas y las rodillas magulladas y manchadas de barro. Comparó su experiencia con la de los niños de la “generación Nintendo”, del coche a las actividades extraescolares, de las vídeoconsolas a los mensajes de texto...
“No se trata de una nueva enfermedad que se pueda tratar con medicamentos, sino de un trastorno social”, nos explica Louv. “Estamos hablando esencialmente de las mismas dolencias que aquejan a los animales cuando les sacas de su habitat natural y los encierras en un zoo o en un laboratorio. Tan sólo existe una cura posible: la vitamina N, de Naturaleza”.

No tardó en llegar a la conclusión de que nuestra infancia fue no sólo más aventurera y divertida, sino también más sana. La obesidad, la depresión o la hierpactividad cada vez más comunes entre los niños son, a su entender, síntomas del “déficit de atención de la naturaleza” (rebautizado por nuestras tierras como “síndrome de Heidi”).



“El último niño en el bosque” ha creado todo un movimiento de vuelta a la naturaleza, encabezado por la red Children and Nature Network. Los Nature Family Clubs brotan por doquier, y en la escuelas surgen programas como No Child Left Indoors, para garantizar que los chavales gozan de suficientes horas al aire libre. Los huertos escolares se propagan como esporas en ciudades como Nueva York, y en Escocia y el Reino Unidos empiezan a popularizarse las guarderías en el bosque. La corriente llega también ahora a España de la mano de Heike Freire, autora de “Educar en verde”.

“Lo que propongo no es un regreso nostálgico a una infancia que ya no existe”, volvemos con Richard Louv. “Yo no me considero un padre anti-tecnológico, pero está claro que hace falta un equilibrio... Cuanta más tecnología incorporamos a nuestras vidas, más necesario es el contacto con la naturaleza, precisamente para compensar nuestra exposición a entornos artificiales”.


“Para estimular en los niños la “biofilia”, el amor a los seres vivos, es imprencindible que tengan experiencias a edades bien tempranas”, sostiene el autor de “El último niño en el bosque”. “Hoy en día, como consecuencia del deficit de naturaleza, muchos niños experimentan lo contrario: “biofobia”, el miedo a los entornos naturales... La siguiente generación tiene ante sí un reto que va más allá de la sostenibilidad; los niños van a tener que ser capaces de “crear naturaleza” en el futuro y de reinventar, por ejemplo, el modo en que vive la mitad del planeta en las ciudades. Y eso sólo será posible si aprenden a conocer y a amar la naturaleza”. El último y reciente libro de Richard Louv, “El Principio de la Naturaleza”, responde ahora a otra pregunta inquietante, formulada esta vez por una mujer entrada en años: “Usted habla tanto de los niños, pero mírenos a nosotros ¿Acaso los adultos no padecemos también el déficit de naturaleza””.

Louv insiste en su libro en las profundas contradicciones de la civilización occidental, y en cómo nos afectan a los niños y a los menos niños: “En esta sociedad que hemos creado, cualquiera diría que para ser adultos hay que dejar atrás la naturaleza. No nos damos cuenta de lo mucho que necesitamos los entornos naturales en nuestra actividad diaria. Me gustaría ver en marcha un movimiento, similar al que existe ya entre los educadores y los padres, para traer la naturaleza a los barrios, a los hogares y a los lugares de trabajo. Somos mucho más producitvos y creativos cuando estamos en nuestro habitat. La naturaleza es nutritiva...”


Carlos Fresneda / Londres

Peligro, coches

 


Leo que en Valencia han decidido emprenderla a multas con los ciclistas, y me asombra la hostilidad hacia las dos ruedas que destilan muchos de los comentarios, sobre todo por parte de los “sufridos” peatones, los mismos que tragan a discreción el humo de los coches y que dan por hecho que el rey de la calzada es el automóvil.
      
Digámoslo así de claro: el imperialismo del coche está tocando a su fin. La “revolución” de la movilidad urbana alterará por completo el pulso de las ciudades. Las resistencias que ahora existen hacia la bicicleta son las mismas que hace treinta años habían contra la peatonalización de las calles. Tendremos que aceptar que el espacio en el que nos movemos es limitado y debe ser compartido por las tres partes en “litigio”. Y las que no contaminan –las dos piernas y las dos ruedas- han de firmar una tregua para que todos salgamos ganando.


 
Escribo, dicho sea de paso, desde la tiple condición de peatón, ciclista y automovilista que hace 18 años renunció al coche propio y que se reserva el placer del volante para los largos desplazamientos. Escribo también desde la condición de padre que todos los días tiene que abrirse paso sin soltar la mano de su hijo entre la marabunta motorizada de 4x4 y flamantes deportivos –el “Grand Prix” de Hampstead, como titulaba recientemente un diario- que separa nuestra casa del colegio.
     
Admito que tengo una visión sesgada de Londres como recién llegado y con la referencia inmediata de Nueva York, donde el tráfico –quitando a los taxistas- me parece mucho más civilizado. En Manhattan, sin ir más lejos, el 70% de los habitantes no tiene coche porque resulta un engorro; en Londres, el 65% de los desplazamientos hacia el trabajo se siguen haciendo en vehículo privado y pervive esa cultura de arrancar el motor para subir la cuesta o dar la vuelta a la esquina.
     
En Londres, nunca lo habría dicho, se me está despertando una fobia que creía superada contra los automovilistas, especialmente los que van arrasando al volante de los 4x4 , que deberían estar prohibidos en los cascos urbanos. Como caminante impenitente, me revientan las constantes barreras metálicas que entorpecen el paso a los peatones y no soporto tener que correr para poder cruzar los ocho segundos que te da el semáforo para cruzar la calle.
   
Como ciclista, y habituado a los más de 700 kilómetros de carriles-bici en Nueva York, me agobia la falta de espacio y me preocupa tener que compartir carril con los temerarios autobuses de dos pisos. Sé que todo sería más fácil si viviera al sur del Támesis o en el este, donde hay más “masa crítica”, y sé también que es cuestión de tiempo y de ir abriéndose hueco, pero reconozco que me está costando. Sigo sin entender por qué un paseo bucólico, como el que separa mi casa del parque de Hampstead Heath, tiene que convertirse en una carrera de obstáculos.
     
Lo cierto es que vine a Londres idolatrando medidas como la bici pública o el peaje de congestión, y me encontré con una ciudad terriblemente congestionada y contaminada, anclada en los años ochenta y salvada tan sólo por sus incomparables parques.


 
Me sorprende, eso sí, el activismo rebosante a pie de calle. En webs como FixmyStreet te ayudan a canalizar las quejas y resolver todo lo que no funciona en tu calle. La gente de Walkonomics te dice si tu calle es o no es suficientemente “caminable”, y todo lo que podría hacerse para mejorarla. Y urbanistas como Tom Stonor, de Space Syntax, reivindican el neccesario giro copernicano en las ciudades: “Dejemos de pensar en cómo se mueven los coches y adaptemos las calles y las plazas a los movimientos de los peatones. Empecemos a tratar de igual a igual a los caminantes”.

Carlos Fresneda / Londres

El esplendor del otoño en Kew Gardens


 
Fotos: C.F. 

Nada más propicio que un día de neblina para adentrarse en los misterios de Kew Gardens. Todo lo que tiene Londres de ciudad-jardín alcanza su máxima expresión en este vergel de 132 hectáreas, declarado Patrimonio de la Humanidad, donde aún es posible la inmersión total en este otoño tardío y deslumbrante.



 
La decadencia de los jardines botánicos deja aquí paso al máximo esplendor en cualquier momento del año, incluso en ese invierno acechante que extenderá pronto la sábana sobre este triángulo inaudito al sur del Támesis, lindando con la extensión salvaje de Richmond Park.
Aquí tenemos la oportunidad de hermanarnos a 18 metros de altura con los poderosos robles, de experimentar el murmullo centenario de las secuoyas gigantes, de sentir el bamboleo del bambú, y la punzada de todas las variedades inimaginables de acebos. Aquí podemos penetrar como gusanos hasta las raíces, o sentirnos como pájaros desde la incomparable pagoda, o volver a ser niños y trepar hasta las casas en los árboles.

Aunque habrá quienes prefieran el calor recorfortante de los invernaderos, el humillo de la gigantesca montaña de 10.000 metros cúbicos de compost, el viaje relámpago de 3.500 millones de años en la casa de la evolución o la visita al mayor banco de semillas del mundo...

      
Kew Gardens da para muchos viajes (por lo menos uno en cada estación), pero lo mejor es dejarse llevar por la intuición, como en cualquier otro lugar del laberíntico Londres, y estar preparados para todo lo que salga nuestro paso, desde el plumaje de un pavo real a la cornamenta de un ciervo.

Lo que empezó siendo un jardín real alrededor del Palacio de Kew (capricho de la princesa Augusta, allá por 1759) es ahora el espejo verde al que se mira esa pasión de los ingleses por la naturaleza, que corre (amarilla y marrón) por todos los rincones en esta época del año, como si se resistiera a quedar atrapada bajo las brumas en blanco y negro del invierno.
    
Otro día seguiremos la pista del zorro en los parques, visitaremos el Museo de los Jardines o haremos un recorrido por los paraísos “secretos” de Londres. Queda un año olímpicamente largo para surcar la ciudad-bosque con vocación de exploradores insaciables...

Carlos Fresneda, Londres
Publicado en Blogoterráqueo de El Mundo.es


'Antes de comprar algo hay que preguntarse: ¿Tengo otras opciones?'


Trucos para equilibrar la economía doméstica

  • Tess Read, autora de un manual de referencia en Reino Unido, nos da las claves
  • 'El abanico es inmenso, pero la sociedad de consumo no nos deja ver más allá'
  • ¿Alternativas? Compartir, trueque, préstamo temporal, entre otras
Tess Read hizo su tesis sobre el euro y trabajó en el Banco de Inglaterra antes de pasarse al campo de la "economía personal". Su visión de la crisis la dejamos para el final; lo que ahora nos interesa es su aproximación particular a la cesta de la compra, mucho más allá de la idea que hasta ahora teníamos de la austeridad.

"Antes de comprar algo nuevo y dejarnos tentar por las últimas ofertas conviene hacer un alto y preguntarse: ¿Tengo otras opciones? Siempre se puede lograr un precio mejor, o comprar lo mismo de segunda mano, o pedirlo prestado por un tiempo, o compartir el uso, o intercambiarlo gratuitamente, o hacerlo uno mismo".

"El abanico de posibilidades es inmenso, aunque la sociedad de consumo que hemos creado no nos deja ver más allá", sostiene Tess Read, autora de 'Look after the pennies' ('Vigila la calderilla'), el manual para tiempos de crisis que está cambiando el modo en que los británicos se miran al bolsillo.

"Tenemos que explorar nuevas fórmulas y escapar a la trampa que el propio sistema ha creado", afirma Tess, madre de tres hijos, tentada a diario por los mercadillos de su barrio, Camden. "Nos han hecho creer que la única vía posible es el crecimiento sin límite de la economía, lo que nos obliga a consumir más, y a pedir dinero prestado, y a crear esta situación de deuda colectiva en la que estamos".

Lejos de recomendar el 'hachazo' puro y duro al presupuesto familiar, Read propone enriquecer nuestra vida de ciudadanos/consumidores buscando alternativas al 'pay as you go' (pagar sobre la marcha), creando redes, "humanizando" la economía y sacando al mismo tiempo partido de la tecnología.

"Internet está revolucionando nuestro comportamiento como consumidores. Compartir se ha convertido de pronto en algo deseable, y ahí tenemos Freecycle, la mayor red de trueque del mundo con más de 15 millones de usuarios. Otros prefieren el préstamo directo por tiempo específico, como Ecomodo. Y siempre podemos pujar por algo que de verdad necesitamos en eBay. Estamos creando no sólo nuevas formas de consumir, sino de crear al mismo tiempo comunidad y contribuir al futuro del planeta", explica.
"Mucha gente no sabe en qué se le va el dinero y el 'agujero' se nota cuando llegan las vacas flacas".
Tess Read admite su debilidad particular por las tiendas de segunda mano, donde encuentra muchas veces los retales con los que tapiza sus propias sillas y sofás, con la ayuda de su madre, maestras consumadas en el arte del 'patchwork'. "Procuro aplicarme el cuento en mi vida, empezando por el 'háztelo tú mismo'". En casa nos hacemos a diario el pan, y cultivamos tomates y patatas en el patio trasero. Cultivar tus alimentos no es sólo una manera de ahorrar, sino de ganar en salud y en contacto con la naturaleza".

Reglas de oro que no cambian

Aunque hay reglas de oro que no cambian, como esa de "vigilar" la calderilla para evitar el despilfarro. "Mucha gente no sabe realmente en qué se le va el dinero, y el 'agujero' se nota especialmente cuando llegan las vacas flacas. Yo propongo a cualquiera que apunte hasta el último céntimo que se gasta en una semana, que lleve un control muy estricto durante siete días y eche las cuentas. Nunca volverá a gastar de la misma manera".

Read nos instruye también en el arte del regateo: no mostrar excesivo interés al principio, preguntar por el precio de tres objetos (dejando para el final el que de verdad nos interesa) y llegado el momento preguntar al dependiente si puede "hacer algo" con el precio, y presionar hasta lograr un descuento entre el 10% y el 20%.

Compartir coche o intercambiar casa son otras de las dos opciones cada vez más usadas para poder seguir disfrutando de las vacaciones aún es estos tiempos. "Podemos encontrarle un nuevo sentido al ocio en familia, y lograr incluso que la experiencia sea aún más rica e intensa, si intercambiamos algo con los locales. El año pasado encontramos una casa en Cunit y este invierno queremos ir a Canarias. A cambio ¿cuántos españoles querrían pasar un fin de año en Londres?"
"Nada hay tal vez más importante que el lugar donde depositas tu dinero".
En enero, por aquello de remontar la cuesta, recomienda hacer repaso a todas las facturas caseras, tantear las ofertas y calibrar si merece la pena cambiar de compañía telefónica o eléctrica. Y lo mismo con los bancos: "Nada hay tal vez más importante que el lugar donde depositas tu dinero. Yo lo tengo en una mutua bancaria, porque soy parte del sistema, hay un trato muy personal y tienen una base local. Como tanta gente, desconfío de lo que harían con mi dinero los grandes bancos".

Su experiencia en el Banco de Inglaterra, donde trabajó a mediados de los noventa, le sirvió "para conocer cómo funciona el mundo de las finanzas" y para mantener una prudente distancia. Optimista por naturaleza (su expresión natural es la sonrisa), Tess Read admite que la salida de la crisis será muy difícil "sin un cambio de mentalidad".

Y después de haber escrito hace más de una década su tesis sobre el euro, esta es su conclusión: "Los políticos europeos no han sido honestos con la gente. La historia nos demuestra que no puede haber unidad monetaria sin unidad política, sobre todo cuando existen grandes disparidades económicas. Cuando golpea una crisis, la única solución en una 'unidad monetaria' es la trasferencia de fondos de unos países a otros. Pero la verdad se ocultó en su día: no advirtieron a los europeos de las consecuencias del euro sobre su propia soberanía. Y ahora llega el momento de la verdad: o los países ricos aceptan esta verdad, específicamente Alemania, o algunos países acabarán saliendo de la eurozona".

Carlos Fresneda (Corresponsal) | Londres
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Julian Assange: el año vivido peligrosamente

El fundador de Wikileaks, Julian Assange. | APEl fundador de Wikileaks, Julian Assange. | AP


A las 9:30 de la mañana, hora de Londres, el hombre más buscado del mundo acudía por su propio pie a una comisaría de policía, flanqueado por sus dos abogados británicos, Mark Stephens y Jennifer Robinson. Desde que la Interpol emitió la orden internacional de arresto, Julian Assange sabía que sus días como hombre libre estaban contados y temía que la extradición a Suecia sería inevitable.

Un año después, tras saber que aún podrá librar una última y definitiva baza ante el Tribunal Supremo de Gran Bretaña, el fundador de Wikileaks se agarra al clavo ardiendo, acompañado esta vez por la abogada Gareth Peirce: “La lucha por la justicia continúa”.

Assange sabe que no puede decir mucho más: “Creo que es la decisión correcta y estoy agradecido”. Cualquier palabra, obra y omisión pueden ser usados en su contra en los pocos días que le quedan –doce apenas- para presentar su petición y evitar la extradición a Suecia por tres casos de cargos de agresión sexual y uno de violación.

¿Y si el Supremo no acepta el recurso? “Será el final del caso”, contesta sin paliativos Gareth Peirce, que no oculta su preocupación por el destino final de Assange en declaraciones a Democracy Now: “No hay un miedo real a que le manden a Guantánamo, pero ya hemos visto la situación de Bradley Manning... Pienso que el aislamiento extremo es un intento de destruir el espíritu humano, una forma de tortura”.

Controles regulares

Aislado del mundo, aunque en una mansión de diez habitaciones, Assange apura los días en la campiña inglesa y en compañía de la familia de Vaughan Smith, que ya le conoce como “el tío Julian”. Smith, un ex soldado y empresario comprometido con la causa periodística, fundador del Club Frontline y donante de WikiLeaks, no sabía a lo que se exponía cuando cedió su casa en Norfolk como “domicilio oficial” para que pudiera ser aceptada la fianza de 240.000 libras.

La mansión de Ellingham Hall, que así se llama, se ha convertido en uno de los edificios más vigilados del mundo. Assange tiene que presentarse puntualmente, todos los días, a firmar en la comisaría más cercana en Beccles, Norfolk. A todas las horas debe llevar conectada la pulsera electrónica que tiene ajustada en el tobillo y que permite a la policía conocer su paradero exacto en cualquier momento.

La mansión de su anfitrión es una suerte de “cárcel electrónica”, llena de cámaras que vigilan sus movimientos dentro y fuera (también hay dispositivos de vigilancia instalados en los alrededores de la mansión). Aunque se le permiten salidas ocasionales, como aquella del 15 de octubre cuando acudió a solidarizarse con los “indignados” de St. Paul, tiene que cumplir obligatoriamente el toque de queda.

En esas condiciones, y pese al cerco económico al que sigue sometido, Assange ha conseguido reactivar recientemente WikiLeaks con nuevas “filtraciones” que tienen algo de desquite personal por este año vivido peligrosamente: “The Spy Files”, la industria del espionaje al desnudo. Contra viento y marea, después del “cerrojazo” de los grandes medios y del “harakiri” que supuso la publicación de su biografía “no autorizada” (“seré un cerdo chovinista, pero no un violador”), Assange ha lanzado estos días un ataque postrero a la prensa en un documental emitido por Channel Four: “True Stories: WikiLeaks”.

El periodismo británico, asegura, es “una industria ratera y puta que te apuñala por la espalda”. Su animosidad está especialmente dirigida contra The Guardian, el periódico que publicó los “cables” del Departamento de Estado y con el que entró en un continuo forcejeo desde hace precisamente un año. Con el New York Times, otro de sus viejos y distinguidos socios, el “casus belli” es otro: su complacencia con la Casa Blanca... “Cuando un grupo mediático es poderoso por un tiempo demasiado largo, pasa a integrarse en el red y a formar parte de la elite”.

A finales del 2010, Julian Assange ganó la votación popular de hombre del año de la revista “Time” (la dirección editorial reescribió al final el guión y apostó por el “bueno” de la película, Mark Zuckerberg). Un año después, los grandes medios le castigan con el doble aislamiento y le fustigan con titulares como “From Heroe to Zero”. El apoyo que le queda, después de tantas deserciones y “traiciones”, vuelve a ser marginal, tanto en la red como en la calle.

Tal vez sea demasiado tarde para una secuela de WikiLeaks, y Assange lo sabe. Pero en su rostro había esta semana una extraña sensación de alivio y convicción que no tenía hace un mes, cuando lo daba todo por perdido. Continuará...

Carlos Fresneda (corresponsal) | Londres

Los ecologistas británicos acusan a David Cameron de 'destruir' el medio ambiente

El primer ministro británico (i), David Cameron, y el ministro de Economía (d),George Osborne, en agosto. | AFP
 El primer ministro británico (i), David Cameron, y el ministro de Economía (d),George Osborne, en agosto. | AFP

  • Le acusan de presidir el 'Gobierno más destructivo contra el medio ambiente'
  • Arremeten contra el ministro George Osborne por su política anti-verde
  • Las inversiones en energía eólica caen un 70%
  • Se reducen los subsidios a la solar y aumenta el impulso a la extracción de gas
La mayor alianza de grupos ecologistas de los últimos años en Gran Bretaña ha lanzado un ataque unánime contra el Gobierno de David Cameron, al que acusan de llevar a cabo "la política más destructiva contra el medio ambiente en este país en las últimas décadas".

En dos cartas abiertas, publicadas por 'The Observer', un abanico de líderes y asociaciones ecologistas –del autor George Monbiot a la líder del Partido Verde Carolina Lucas, de Wildlife Trusts a Greenpeace- le recuerda a David Cameron su promesa fallida de hace apenas año y medio, cuando aseguró que presidiría "el Gobierno más verde en la historia del Reino Unido".

El detonante ha sido el reciente discurso del ministro de Finanzas George Osborne, la nueva 'bestia negra' del movimiento ecologista. Osborne advirtió que Gran Bretaña "no va a salvar el planeta cerrando industrias" y aseguró que no es el momento "de pensar en cosas como los habitats, que pueden suponer costes ridículos a las empresas".

Su discurso ha creado un movimiento de tierras dentro de la coalición de los conservadores y los liberal-demócratas, encabezados por el ministro de Energía y Cambio Climático Chris Huhne, que no ha ocultado su contrariedad ante el alegato antiambientalista de Osborne en el nombre de la economía.

Promesas incumplidas

"El asombroso desdén mostrado hacia el valor del mundo natural no sólo va en contra de la opinión popular, sino en contra de todo lo que el propio Gobierno dijo el pasado mes de junio, cuando publicó el libro blanco de la medio natural y la estrategia para la biodiversidad de Gran Bretaña", puede leerse en la carta suscrita por Greenpeace y la Royal Society for the Protection of Birds.

La Campaña para Proteger la Inglaterra Local y Wildlife Trusts destacan por su parte el apoyo inicial dado por Cameron a la iniciativa para vender gran parte de los bosques nacionales (retirada ante la presión de la opinión pública), así como la nueva Ley de Urbanismo que aspira a recalificar grandes extensiones en la periferia de las ciudades y los pueblos para permitir nuevas construcciones.

Freno a las renovables

Los ecologistas destacan también el freno experimentado por las renovables, en detrimento sobre todo de las nuevas explotaciones de gas, que han recibido grandes exenciones fiscales al tiempo que se reducían los subsidios a la energía solar. Las inversiones en energía eólica han caído entre tanto un 70% en el último año, mientras que la potencia "aprobada" ha pasado de 1.366 megavatios a 920.

Por su parte, Greenpeace ha acusado al Gobierno Cameron de "abuso de poder", a la hora de intercambiar información privilegiada sobre la batalla en los tribunales que libra la asociación ecologista, contraria a los planes para construir ocho nuevas centrales en el país.

Greenpeace asegura que Cameron ha arrimado el ascua a la industria nuclear y ha intentado manipular la opinión pública para mitigar el efecto de la "marcha atrás" en Alemania y del referendum en Italia tras el desastre de Fukushima.

Carlos Fresneda | Londres

BP acusa a Halliburton de ocultar pruebas sobre el vertido del Golfo


Incendio en la plataforma de BP en abril de 2010. | AFPIncendio en la plataforma de BP en abril de 2010. | AFP
  • La británica BP ha acusado a la norteamericana Halliburton de ocultar pruebas
  • 'The Guardian' tuvo acceso al informe presentado en los tribunales de Luisiana
La compañía británica BP ha acusado a la norteamericana Halliburton de ocultar pruebas y destruir evidencia sobre la explosión de la plataforma Deepwater Horizon en abril del 2010. El accidente provocó la muerte de 11 personas y el derrame de 780 millones de litros de crudo en aguas del Golfo de México, el mayor vertido en la historia 'civil' de las explotaciones petrolíferas.

En un informe de 310 páginas presentado ante los tribunales de Luisiana y anticipado por 'The Guardian', BP acusa a la firma vinculada al ex presidente de EEUU Dick Cheney de destruir "intencionadamente" la información en su poder sobre los problemas surgidos en la operación de sellado del pozo Macondo, a 160 kilómetros de las costas de Luisiana.

Según las conclusiones provisionales de una investigación federal, el accidente pudo haber sido causado por una burbuja de gas mientras los operarios de Halliburton sellaban temporalmente con cemento el pozo, a 1.500 metros de profundidad, para su posterior explotación.

BP ha pedido a los jueces que penalice a Halliburton y reclame una simulación computerizada del proceso de sellado del pozo para determinar la responsabilidad de la compañía norteamericana.

Faltan tres meses para el juicio

La ofensiva de BP ante los tribunales se produce a falta de menos de tres meses para el juicio sobre el accidente que arrancará el 27 de febrero en los tribunales de Nueva Orleans y que se calcula que durará al menos tres meses.

En el primer avance de su ofensiva legal, BP planea descargar las culpas sobre Halliburton y aportar incluso pruebas de la supuesta destrucción de documentos relacionados con el accidente. La tercera parte en litigio, Transocean, propietaria de la plataforma accidentada, no ha adelantado aún cuál sera su estrategia durante el juicio.

Carlos Fresneda | Londres

La policía equipara a los 'indignados' de Londres con los 'terroristas' de Al Qaeda

La policía detiene a un activista de Occupy London en la capital británica. | Reuters

           
  • Las autoridades los incluyen en el capítulo de 'amenazas domésticas'
  • 'El activismo no es un delito', replican los miembros de Occupy London
La policía de la capital británica ha equiparado a los miembros del colectivo Occupy London con los terroristas de Al Qaeda en Pakistán y de las FARC en Colombia. En un documento titulado "Puesta al día sobre terrorismo y extremismo para la comunidad financiera de la Ciudad de Londres", las autoridades incluyen a los 'indignados' en el capítulo de "amenazas domésticas".

"Mientras el movimiento Occupy se extienda en el mundo, es probable que los activistas encuentren nuevos edificios para ocupar, especialmente aquellos que identifican con el capitalismo", puede leerse en el informe distribuido esta misma semana.

La policía londinense asegura que, aunque el movimiento de protesta ha perdido su "impulso", la presencia de activistas en los campamentos de la Catedral de St. Paul y de Finsbury Square es "bastante consistente". En sus labores de "reconocimiento", las autoridades aseguran que han identificado "a individuos que encajan en el perfil de los anticapitalistas".

La reacción

En un comunicado difundido en su sitio web, Occupy London acusa a la policía de "vulgaridad" y "falta de perspectiva". "Una institución que confunde a los ciudadanos activos con criminales y que los equipara con Al Qaeada es una institución que ha perido su camino", puede leerse en el comunicado. 

"El activismo no es un delito, y el deseo de participar en el proceso democrático no debería preocupar a la policía en una sociedad libre", agregan los miembros de Occupy London, que ofrecen sus frecuentes encuentros con la Iglesia Anglicana como indicio de sus intenciones pacíficas.

Un portavoz policial citado por 'The Guardian' admitió que el título del informe policial no ha sido acertado y aseguró que no se pretende identificar como terroristas a los integrantes de Occupy London. "Aunque es cierto que hemos asistido a un aumento de la delincuencia vinculada a las protestas, especialmente con la ocupación de edificios de oficinas".

Carlos Fresneda (Corresponsal) | Londres
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¡Por el 'cambio' energético!





Courtney Hight trabajó al otro lado de la verja, como miembro del Consejo Ambiental de la Casa Blanca. Llegó allí a los 29 años, con la sobredosis de idealismo que empapó la campaña de Obama. Pero no tardó en estrellarse contra el muro de las lamentaciones: “El Congreso está en manos de los “lobbies” del carbón y del petróleo, y así no hay manera de cambiar las cosas”.

A los 32 años, Hight volvió a la carga desde fuera, al frente de la Coalición por la Acción Energética. Fue detenida junto con otros 1.253 activistas a los pies de la mansión presidencial, cuando protestaba contra la construcción del oleoducto Keystone XL, de Canadá a Texas. Tuvo que reprimir las lágrimas cuando se la llevaron esposada, pero al cabo de varias semanas cantó victoria: el presidente ordenó la revisión del proyecto y aplazó la decisión al menos un año....
    
“La batalla no está aún ganada, pero hemos dado un gran paso. Los jóvenes han vuelto a movilizarse, esta vez para pesionar y recordarle a Obama su compromiso por un cambio energético real. Se ha dado cuenta de que puede perder definitivamente nuestro voto”.
     
Sin afán de protagonismo, pero sin miedo a hablar, Courtney Hight se ha convertido en el símbolo vivo de la frustración de los activistas norteamericanos por la falta de acción contra el cambio climático. “Mi decepción particular con Obama tiene una fecha, marzo del 2010”, recuerda la ex asesora del Consejo Ambiental de la Casa Blanca. “El suelo se abrió a mis pies cuando el presidente dio el visto bueno a las perforaciones petrolíferas a grandes profundidades... Días después ocurrió el accidente de BP en el Golfo”.
     
Courtney Hight salió como tantos otros por la puerta trasera de la Casa Blanca en plena marcha atrás de la Administración Obama en cuestiones energéticas: “Me tocó vivir desde dentro las negociaciones de la ley del clima. No tardamos en darnos cuenta de que no había mucho que hacer. El presidente dio un par de discursos sobre el tema, pero nunca puso la carne en el asador”.
      
Una vez consumada la experiencia, consciente de las “limitaciones” a la hora de trabajar desde dentro, Courtney Hight volvió al papel de la activista indomable, como codirectora de la Coalición de Acción Energética... “Somos una organizacuón paraguas con más de 50 grupos. Uno de nuestros objetivos es informar y dejar en evidencia a la industria del petróleo y a la del carbón. Si queremos acabar de verdad con las energías “sucias”, tenemos que cortar los 10.000 millones de dólares de subsidios anuales”.
     
Junto a Bill McKibben, se sumó a la campaña de 350.org y participó a primeros de noviembre en los círculos concéntricos de 12.000 activistas que rodearon la Casa Blanca y forzaron la respueta del presidente: “El es el líder elegimos y necesitamos que le plante cara al lobby de la energías fósiles. No podemos permitir nuestra complicidad en un método tan devastador para el medio ambiente como el petróleo de las arenas bituminosas de Alberta. Necesitamos apostar de una vez por todas por las energías renovables”.
     
La batalla del oleducto Keystone XL ha dado fuerzas renovadas al movimiento ecologista, pero le preguntamos a Courtney Hight si no hará falta algo más para calar en la mayoría de la población, si no ha llegado tal vez el momento de “cambiar” el mensaje del cambio climático: “Yo creo que el mensaje habla por sí solo. Estamos poniendo en juego la capacidad del planeta para seguir siendo habitable para los humanos. ¿Hay algo que nos afecte más de lleno como especie?”.

Carlos Fresneda

Del reciclaje al 'freeciclaje'

  • IDEAS ANTE LA CRISIS | Vuelve el trueque 
  • Suma las tres 'erres' fundamentales: reducir, reciclar y reusar.
  • En Madrid hay ya más de 2.800 'freecicladores' y 1.600 en Barcelona
  • El próximo objetivo está en los países en desarrollo
El sofá en el que está sentado Deron Beal lo consiguió gratis, después de donar su propia cama de soltero. El intercambio se produjo hace ocho años, cuando 30 amigos de Tucson (Arizona) decidieron crear un grupo de trueque en Yahoo. La voz del "quiero y ofrezco" se ha propagado desde entonces como un generoso virus: los miembros Freecycle superan ya los 9 millones, distribuidos por 5.000 grupos y en 75 países.

"Todo el mundo tiene algo que ofrecer y algo que necesita", sostiene Beal, el padre del 'freeciclaje'. "En estos tiempos que corren, ¿qué mejor regalo podemos hacer a nuestra comunidad y al planeta que donar lo que nos sobra y evitar que acabe en un vertedero?".

Deron Beal, en su casa en Tucson, Arizona. | Foto: Isaac Hernández
   Deron Beal, en su casa en Tucson, Arizona. | Foto: Isaac Hernández
En el 'freeciclaje' se dan la mano las tres 'erres' fundamentales: reducir, reciclar y reusar. Con la condición, eso sí, de que todo lo que cambia de manos sea gratuito. El espíritu y el lema del grupo es precisamente ése: "Changing the world one gift at a time". O sea, cambiando el mundo gota a gota, regalo a regalo...

"Ofrezco: un kimono de aikido, talla mediana. Quiero: unas pesas de kilo y medio para ponerme 'mazas'. Ofrezco: silla de cocina de Ikea, nuevecita. Quiero: mesa de comedor para cuatro. Ofrezco: guitarra eléctrica (le faltan dos cuerdas) Quiero: libro de historia del arte...".
"Todos los días reusamos unas 700 toneladas de materiales, el equivalente a la carga que recibe un vertedero de tamaño medio. Si hiciéramos una pila con todo lo que intercambiamos, tendríamos un volumen de cuatro veces el Monte Everest al año".
En Madrid hay ya más de 2.800 'freecicladores' y 1.600 en Barcelona. En 15 comunidades autónomas funcionan grupos que llegan desde Icod de los Vinos a la base de Rota (con más de medio centenar de miembros cada uno). Basta con buscar la dirección del grupo más cercano en la red, remitir el e-mail y esperar a que el moderador de turno nos dé la bienvenida. Pronto recibiremos mensajes puntuales, o un menú diario de intercambio, o el acceso directo a la lista según van llegando las ofrendas y las querencias.

Recuperar las tradiciones

"El trueque es algo muy arraigado en todas las culturas", asegura Beal. "En casi todas las lenguas encuentras proverbios que lo explican inmejorablemente: 'Basura de unos, tesoro de otros'... El problema es que la sociedad consumista de usar y tirar ha pasado como una apisonadora sobre nuestras mejores tradiciones. Lo que estamos haciendo es lo que ha hecho la humanidad durante siglos y lo que se sigue haciendo en muchos pueblos y comunidades. La novedad está tal vez en la tecnología".

"¿Qué ocurriría si fuera más fácil dar algo que tirarlo?", se pregunta Beal. "¿Por qué no nos reorganizamos para que pueda ocurrir eso? Freecycle no es más que un pequeño gran paso hacia un nuevo modelo que algunos llaman el consumo colaborativo".

Aunque una cosa es contarlo, y otra más gratificante aún es vivirlo: "Imagínate que tienes en casa una cama que ya no necesitas. Y que viene un extraño a tu casa a cargar con ella. Y que no sólo no te cobra, sino que te lo agradece profundamente y se marcha con una gran sonrisa... Intercambios como esos se producen hasta 45.000 todos los días en Freecycle. No sólo estamos ayudando a la gente a ahorrar dinero, sino que estamos creando una red y potenciando los lazos de comunidad".

Beal insiste también en cómo se beneficia el planeta entre tanto ofrezco y tanto quiero: "Todos los días reusamos unas 700 toneladas de materiales, el equivalente a la carga que recibe un vertedero de tamaño medio. Si hiciéramos una pila con todo lo que intercambiamos, tendríamos un volumen de cuatro veces el Monte Everest al año. Y eso por no hablar del ahorro en materiales, recursos y emisiones de CO2, si todo lo que conseguimos gratis tuviéramos que comprarlo nuevo".

El próximo objetivo de Freecycle está en los países en desarrollo. Beal está empeñado en una aplicación que consiga simplificar al máximo el funcionamiento de la red, de modo que sea posible cerrar los intercambios a golpe de teléfono móvil: "No vamos a explicar en Africa en qué consiste el trueque, porque ellos lo saben desde mucho antes que nosotros. Pero a lo mejor podemos darles una herramienta que les ayude a hacerlo más fácil".

El sofá de Deron Beal en su casa de Tucson, por cierto, necesita tal vez una mano de tapicería. Entre tanto, y por guardar las apariencias, bien vale una funda de quita y pon. La consiguió también gratis en la red de Freecycle.

Carlos Fresneda (Corresponsal) | Londres
Publicado en El Mundo.es Economía

Richard Louv, autor de ‘El último niño en los bosques’

«Cuanta más tecnología usamos, más necesitamos la naturaleza»

De una manera intuitiva, Richard Louv acuñó hace una década el término de «déficit de naturaleza» sin saber que iba a provocar una auténtica reacción en cadena. Su libro El último niño en los bosques fue la chispa de un movimiento que ahora se extiende entre los educadores y los padres, deseosos de establecer el vínculo roto entre la infancia y el entorno natural. En su nueva obra, El Principio de la Naturaleza, el infatigable periodista y divulgador extiende su alcance al mundo de los adultos, donde los síntomas y las carencias son cada vez más evidentes.



Pregunta.– ¿Cómo podemos averiguar si tenemos un déficit de naturaleza?
Respuesta.– El déficit de naturaleza no es una enfermedad clínica, no es un trastorno que se pueda tratar con medicamentos. Es más bien una enfermedad social, y el único remedio posible es lo que yo llamo Vitamina N, de Naturaleza: pasar más tiempo al aire libre, manteniéndonos activos y en contacto con los seres vivos. Los síntomas son evidentes y todos los conocemos: depresión, obesidad, fatiga crónica, estrés, hiperactividad y déficit de atención, trastornos de aprendizaje en los niños. Son esencialmente las mismas dolencias que aquejan a los animales cuando les sacas de su hábitat natural y los encierras en un zoo o en un laboratorio. El caso es que todo esto lo sabemos desde hace tiempo, pero hacen falta más estudios científicos.

P.– ¿Hasta qué punto se manifiesta el déficit de un modo distinto en los adultos que en los niños?
R.– La idea de El Principio de la Naturaleza surgió precisamente cuando una mujer me espetó a la salida de una conferencia: ‘Mírenos; los adultos también tenemos déficit de naturaleza’. Volvemos a la raíz social del problema: hemos creado un mundo en el que parece que para ser adultos hay que dejar atrás la naturaleza. No nos damos cuenta de lo dependientes que somos de ella. Me gustaría ver en marcha un movimiento, similar al que existe ya entre los educadores y los padres, para traer la naturaleza a los hogares y a los lugares de trabajo. Somos mucho más productivos y creativos cuando estamos en un entorno natural.

P.– ¿El remedio podría ser más naturaleza y menos tecnología?
R.– Yo no me considero antitecnológico. Lo que hace falta es un equilibrio... Es más, cuanto más tecnología incorporamos a nuestras vidas, más necesario es el contacto con la naturaleza, precisamente para compensar nuestra exposición a entornos artificiales.

P.– Para los niños, la naturaleza era antes la vía de escape del mundo de los adultos. ¿Hasta qué punto ese lugar mágico ha sido suplantado hasta cierto punto la tecnología?
R.– El mundo digital no tiene por qué competir con el mundo físico. Pero es importante la labor de los padres y los educadores para que los niños no se aíslen con la tecnología, y para que tengan a diario suficiente cantidad de Vitamina N.

P.– El último niño en los bosques tuvo un gran impacto en países como Estados Unidos y Gran Bretaña ¿Se puede hablar ya de un movimiento mundial de infancia y naturaleza?
R.– El libro sirvió en todo caso como estímulo, pero el poso ya estaba ahí. Y sí, es cierto que las redes como Children and Nature Network, los clubes de naturaleza, los huertos escolares y el gran aumento de las visitas a los parques nacionales en EEUU tienen algo que ver con todo esto. Pero no sé si existe aún un movimiento a nivel global.


P.– En su último libro (Last Child in the Woods), usted insiste en la necesidad de fomentar ese vínculo no sólo por nuestro propio bien, sino por el futuro del planeta...
R.– A mí no me gustan los mensajes apocalípticos, y creo que le hacemos un flaco favor a los niños si les hablamos en abstracto de los problemas ambientales y de la amenaza del cambio climático. Lo que conseguimos así es más bien generarles la «biofobia», el miedo a las cosas vivas. Para estimular la
«biofilia», que es todo lo contrario, no hay nada mejor que acercarles a la naturaleza. La siguiente generación tiene ante sí un reto que más allá de la sostenibilidad, que es un concepto estático. Los niños de hoy van a ser capaces de crear naturaleza en el futuro y de reinventar, por ejemplo, el modo
en que vive la mitad del planeta en las ciudades. Y eso sólo será posible si aprenden a conocer y a amar la naturaleza.
Carlos Fresneda / San Diego (EEUU)
Publicado en El Mundo edición papel
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