¡ TODA NUESTRA VIDA, ARROJADA POR LA BORDA!

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Reuters


Ivan Halvorson y Shone Johnson otean el horizonte con la frustración y la ira dibujadas en el rostro... “¡Estamos jodidos! Esta mañana volvimos con la última pesca pero ya no sabemos siquiera si vamos a poder salir. ¡Toda nuestra vida, arrojada por la borda! Se acabó la faena en el Golfo de México durante los próximos diez años...”.


Shone compró el barco –The Grinder- hace un año y estaba empezando a sacarle partido. Un buen día podía cerrarse con el equivalente a 5.000 dólares en gambas en las redes. Ivan, 40 años, curtido en la pesca del salmón, había decidido cambiar los Grandes Lagos por el delta del Mississippi, atraído entre otras cosas “por la atmósfera de este Nueva Orleans que se me metió en vena tras el Katrina”.


“La historia se repite al cabo de cinco años”, se lamenta Ivan. “Pero la gran diferencia esta vez es que estamos ante un desastre causado por el hombre. Todo esto se podía haber evitado. Todo esto es fruto de la complacencia del Gobierno con el lobby del petróleo. Las cosas han cambiado bien poco con Obama...”.


Ivan y Shone mastican el tiempo en el puerto pesquero de Venice, la desolada “Venecia” entre marismas de Luisiana, donde decenas de barcos permanecen anclados y en inquietante silencio ante la adversidad. Aquí se capturan la mitad de la gambas y el 40% de las ostras que se comercalizan en Estados Unidos. Las pérdidas anuales podrían llegar a los 2.500 millones de dólares...


El petróleo ha llegado ya a una playa cercana, pero la esperanza de ver las redes llenas es lo último que se pierde. Ivan y Shone tienen la certeza de que aún se puede pescar hacia el oeste, “aunque mucho nos tememos que la mancha va a llegar desde Galveston hasta Tampa”.


Galería de imágenes de Issac Hernández: LA CATASTROFE DE LOS PESCADORES


Los dos meditan si merece la pena lanzarse por última vez a la mar o si es mejor unirse al cónclave de pescadores, convocado por las autoridades locales y por la companía BP, dispuesta a contratar a las flotillas locales para las tareas de protección y limpieza.

De la reunión viene precisamente otro pescador local, Donald Cheramie, con una mezcla de sarcasmo y cabreo: “Nos ofrecen hasta 1.200 dólares diarios, pero el contrato tiene trampa. Nos dicen: poneros en la lista de espera y ya os llamaremos. Aún no sabemos cuándo ni cómo os podemos necesitar. Eso sí, el combustible y todo lo demás los pagáis por adelantado vosotros”.


Donald Cheramie fue sin duda el animador del conciliábulo de pescadores en el colegio de Venice. Con su gesto afable y descreído, se plantó en el centro de la cancha de baloncesto, “haciendo las funciones del tonto del pueblo”. Su silla estaba justo encima del logotipo del equipo local: una plataforma escupiendo petróleo...


“El equipo se llamaba en mis tiempos los Redbulls y ahora se llaman Venice “Oilers”, con eso te haces una idea de la poderosa influencia del petróleo”, relata Cheramie, que llegó a presentarse a las elecciones como congresista local. “Los políticos están “untados”, ése es el gran problema. No hay sitio para gente honesta en Luisiana, nadie se preocupa realmente por los problemas del pueblo”.


Al cónclave asisten más de 500 pescadores llegados de todo el delta del Mississippi. La mitad de ellos firmarán “porque no nos queda más remedio”. Ronald Billiot, afincado en Houma, está harto de “palabras y demoras” y se ofrece a salir con su barco –el Lady Dizzy- “esta misma noche si hace falta”.


“¿No era Obama quién decía aquello de “¡Listos para marchar!”?”, recuerda Billiot. “Pues no sé a qué espera el presidente. Aquí estamos hartos de esperar: decídselo bien claro”.


“El Gobieno es como una mujer después del matrimonio: lento, siempre lento...”, se lamenta el croata Sime Tomasovic, 58 años, más de media vida en el delta. “Sólo se dan prisa para cobrar los impuestos. Por lo demás ya ves... Salimos a duras penas adelante después de haberlo perdido todo en el Katrina y ahora volvemos a tener la misma sensación. Estamos totalmente desprotegidos y a punto de perderlo todo”.


La neblina nocturna se instala en las marismas de Venice como si fuera la soga de un futuro incierto. El olor a petróleo se hace más denso por la noche, y al día siguiente la frustración crece... “Lo que este país necesita no es un “despertar” sino una revolución”, se lamenta Ivan Halvorson, pescador, activista y “libertario”. “Fíjate en Noruega: exporta su petróleo, pero su energía procede cada vez más del viento. Aquí, en Luisiana, tenemos mucho viento y apenas verás una turbina. Todo son refinerías y plataformas”.


Carlos Fresneda, enviado especial / Venice / Luisiana

Publicado en El Mundo
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