EL "CAMBIAZO" CLIMÁTICO

La campaña de los “negacionistas” ha surtido efecto: hablar del cambio climático se ha convertido en poco menos que un sacrilegio

Un invierno especialmente crudo, una cumbre más bien frustrante y una campaña de acoso y derribo a los científicos han logrado lo inevitable: cambiar el clima.

Sería absurdo negarlo: los “negacionistas” han logrado su propósito. No sólo se ha producido un cambio en la actitud de la gente hacia el cambio climático, sino que ha sido más bien un “cambiazo”, astutamente calculado en vísperas de Copenhague y precipitado a base de nieve, mucha nieve.

Al supuesto escándalo de los emails se unió el “error de cálculo” del Comité Intergubernamental (IPCC) de la ONU sobre los glaciares del Himalaya, y después el estudio de “Science” sobre el vapor acumulado en la alta atmósfera. Aprovechando la niebla, los escépticos han intentado “matar al mensajero”, como hicieron en tiempos con Al Gore. El nuevo chivo expiatorio es el director del IPCC, Rajendra Pachauri, que hace unos días le confesó a nuestro compañero Pedro Cáceres: “No voy a dimitir, porque los haría muy felices.

En Estados Unidos, mientras tanto, la fe en el cambio climático se está resquebrajando como los hielos de Washington. Según un reciente estudio de la Universidad de Yale, apenas el 57% cree que el planeta se está calentando, frente al 71% en octubre del 2008. La confianza en los científicos ha bajado del 83% al 74%, aunque el bajón más acusado de los últimos meses es el que registran los medios: del 47% al 36%.

El propio Al Gore, que se despacha a gusto contra sus “enemigos” en su nuevo libro, “Nuestra Elección, sufre también una crisis de credibilidad: del 58% al 47%. Invariable casi, el presidente Obama se mantiene en el 51%: eso que ha salido ganando por su política de doble rasero.

Otro sondeo, firmado por el Pew Center
, resulta aún más contundente: el cambio climático hace el número 21 entre las prioridades de los norteamericanos, más preocupados por el declive moral, por la política comercial o por la influencia de los “lobbistas” –o los lobos- de Washington.

Más de 1.150 empresas y grupos de presión están tirando de los dos extremos de la cuerda en el debate sobre el cambio climático, según una reciente investigación del Centro para la Integridad Pública. Y todos sabemos

quién va ganando, tras las últimas proclamas a favor de la energía nuclear y del carbón “limpio” del presidente Obama, cuyo “mix” energético empieza a parecerse sospechosamente al programa electoral de McCain (todas las “opciones” posibles).

El multimillonario T. Boone Pickens, por cierto, ha renunciado por fin a sus planes para construir el mayor parque eólico del mundo en Texas y ha decidido abonarse sin reservas a la vieja/nueva fiebre del gas natural. El viento, a pesar de todo, ha seguido ganando tracción (25.176 megavatios instalados) y las plantas de energía termosolar despuntan en el horizonte.

Pero el clima, insistimos, es muy distinto al que se respiraba hace un año, cuando se hablaba de la “economía de la nueva energía”. Gran parte del mérito es de los “negacionistas” y de sus poderosos secuaces en Washington, resistentes a cualquier cambio, incluido el climático.

Habrá que esperar al deshielo inevitable para reivindicar lo que ahora mismo parece un sacrilegio: menos CO2 en la atmósfera y un planeta más saludable.

Carlos Fresneda, Nueva York
Publicado en el blog Crónicas desde EE.UU de El Mundo
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