EL NUMERO MAS IMPORTANTE DEL AÑO: 350

La otra América está en plena ebullición. Mientras Europa se sume en el letargo y en la indecisión, en Estados Unidos parece haber estallado la primavera ruidosa del activismo ecológico. Rara es la semana que no brota una nueva campaña, una nueva idea o una poderosa intentando despejar el camino incierto.


“Nos sentimos un poco como en España cuando cayó la dictadura”, certifica Bill McKibben, el autor de “El fin de la naturaleza”. “Ahora tenemos un presidente real y existe una posibilidad “real” de conseguir metas que hace un par de años parecían inimaginables. La crisis nos está castigando y puede dar al traste con nuestras ilusiones, pero la gente se mueve como nunca en las tres últimas décadas.. Hay muchísima energía humana en acción”.


Bill McKibben ya canalizó esa energía joven –y cien por cien renovable- en una campaña que se abrió paso durante el ascenso de Barack Obama: Step It Up. Más de 2.000 oganizaciones hicieron causa común para poner la cuestión del cambio climático en la parrilla electoral. La chispa brotó en Vermont, el estado más progesista de la unión, y sacudió el país de costa a costa.


Vermont ha vuelto a ser ahora el epicentro de una nueva campaña ideada por McKibben, esta vez de alcance global y con un “padrino” de excepción: el científico de la NASA James Hansen. Allá por 1988, cuando empezaba a hablarse del “efecto invernadero”, Hansen testificó ante el Congreso norteamericano sobre “las peligrosas cantidades de dióxido de carbono acumuladas en la atmósfera”.


Tras sufrir en carne propia las censuras de la era Bush, Hansen ha podido desquitarse ahora lanzando una advertencia sin fronteras: “Si la humanidad desea preservar el planeta en un estado similar al que ha permitido la civilización y al que se ha adaptado la vida en la Tierra, necesitamos reducir los niveles de CO2 en la atmósfera de las 385 a las 350 partes por millón (ppm)”.


Tomen nota: www.350.org . De aquí a diciembre, cuando se celebre la Conferencia del Clima de la ONU en Compenhague, el 350 va a ser posiblemente el número más ubicuo del mundo, gracias la a campaña urdida por Bill McKibben, con ramificaciones en Pekín, Delhi, Beirut, Berlín, Budapest, Quito, Johanesburgo, San Francisco, Barcelona y muchos otros lugares.


“350 es nuestra línea de seguridad, común a todo el planeta”, sostiene McKibben. “350 es también un símbolo universal que no necesita traducción. Si los políticos quieren jugar la tenis con el clima, van a tener que hacerlo a partir de ahora con una red y dentro de la línea de los 350 ppm. Es el único juego que podemos aceptar como ciudadanos”.


El rotundo número merece en todo caso una pequeña explicación por parte de su más conspicuo defensor: “Antes de la revolución industrial, las concentración de CO2 en la atmósfera era de 280 partes por millón. Con la progesión actual, llegaríamos a las 465 en el año 2050. Los expertos del clima afirman que por encima de las 450 ppm nos enfrentamos a efectos seguramente catastróficos”.


350 es pues “el número del compromiso y de la esperanza”, en opinión de McKibben, que propone celebrarlo de la forma más llamativa y creativa posible.


La campaña se irá calentando de aquí al 24 de octubre: un día para cambiar el mundo. En la cordillera del Himalaya y en las faldas del Kilimanjaro, 350 escaladores desplegarán gigantescas pancartas alertando sobre los efectos del calentamiento global. 350 buceadores pedirán la protección de las barreras coralinas del Pacífico, y 350 exploradores formarán la cifra emblemática ante los ojos vacíos de los gigantes de la isla de Pascua. Habrá también marchas simbólicas de 350 kilómetros –o millas- en todo el planeta.


En España, nuestro colega Manolo Vílchez pretende organizar 350 paellas “solares”, aderezadas con otra iniciativas que se irán sumando. Para ir abriendo boca, en el próximo Biocultura que se celebra de 7 al 10 de mayo en Barcelona, habrá 350 infusiones destinadas a 350 ciudadanos suscriban 350 “compromisos” por el bien del planeta. De ahí saldrá un mini-documental de 350 segundos que servirá para alimentar la campaña por nuestras tierras.


El famoso número fue bien visible en el Powershift 2009, el mayor cónclave del activismo juvenil por el cambio climático que se celebró en Washington a primeros de marzo. Los líderes mundiales han tenido también ocasión de tomarle la medida al número durante el Foro del Clima y la Energía convocado por Obama a finales de abril.


Pero 350 no deja de ser una mera abstracción, una meta difusa para el común de los ciudadanos... “Hay maneras más o menos drásticas de poder llegar hasta ahí”, se defiende McKibben. “La más instantánea, como sugiere James Hansen, es reclamar el cierre paulatino de las centrales térmicas de carbón, que bombean todos los años a la atmósfera 2.000 millones de toneladas de CO2 en este país y son responsables de una tercera parte de las emisiones de gases invernadero”.


En su vertiente de autor, McKibben ha vuelto a primerísimo plano con “Deep Economy”, en el que defiende la necesidad de “relocalizar” la economía, empezando por la energía y por la alimentación. Con él coincidimos precisamente en la sede Efficiency Vermont, con la meta de reducir un 30% el consumo de energía del estado. Por el camino vimos la red de huertas perirurbanas de Burlington, que proveen al menos el 10% de las verduras y las frutas que se consumen en la ciudad.


“Con iniciativas así, replicadas en muchas otras partes del mundo, avanzaremos seguramente hacia la meta del 350”, advierte McKibben. “El crecimiento económico sin límite pertenece ya a otra época. Necesitamos modelos más seguros para los ciudadanos y más respetuosos con el planeta. El hombre reacciona ante el peligro inminente y en momentos de crisis como el que estamos viviendo... No podemos esperar otros veinte años”.


Carlos Fresneda

Publicado en Yo Cambio de la revista Integral nº 353 / mayo 2009

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