DINERO PARA REDISEÑAR UN PLANETA VERDE

Ahora que ya la realidad supera a todas las películas, me he puesto a hacer algunos números ilustrándome con la célebre estafa de Madoff, que se agenció más de 35.000 millones de euros y sale sonriendo en las fotos. Después del ecoshock he comenzado a imaginar el número de hospitales de urgencia, de colegios, de agua y comida, de cultura y conocimiento y hasta de bicicletas para todos que se podrían financiar con ese dinero que no se sabe donde está. Con el monto de este timo global se podría rediseñar ecológicamente el planeta no sé cuántas veces.

Ahora que parece que el dinero de nuestro mundo no existe o no es real, resulta que estoy a punto de recibir dividendos. Sí, un mileurista que tiene el privilegio de ser inversor en estos tiempos puede parecer todo un logro, pero me explico. En su día pedí un adelanto de la nómina para meterme como partícipe en un negocio energético. Mi apuesta tiene como fuente a la más poderosa, limpia y democrática de todas: el Sol. Tengo el privilegio, este mes de febrero, de recibir casi un 10% de lo invertido mientras la cubierta del mercado del Carmel en Barcelona sigue produciendo casi 180 kilovatios hora por año. Casi un metro y medio cuadrado de silicio azul precioso es mi porción de los paneles solares fotovoltaicos que conforman la Ola Solar del Carmel, una brillante propuesta para 139 capitalistas populares promovida por la Fundación Tierra.


Los 1.000 euros que puse son poca cosa, pero vienen de perlas los más o menos 100 euros de retorno por la venta de kilovatios. En fin, inversión más limpia y menos tóxica no creo que vuelva a encontrar. Lástima que un Real Decreto haya complicado que otros mileuristas se puedan sumar a la inversión ética, verde, segura y atóxica que pude hacer yo.

Otro dinero que percibo es el 15% que me ahorro en gasolina gracias a un curso de conducción eficiente. Una inversión absolutamente rentable si se conducen vehículos impulsados con combustibles fósiles, ya sea poco o mucho. Ya que también se ahorra otro tanto en CO2 emitido a la atmósfera.


La compra de una nevera clase A+ (atención, un + significa un 10% menos de consumo que la A) fue otra de las inversiones más rentables que he podido hacer. Costó un poco más, pero se paga menos toda la vida por disfrutar de sus servicios. Un ciudadano del Levante quiso invertir en tres cocinas solares parabólicas indicando que eran una inversión personal de cara al futuro. Planteó que dos eran para sus hijos de aquí a un buen número de años. Y es que hay ecoinversores para todo.

Visitas recomendables para inversores éticos:
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Manolo Vílchez

Publicado en Natura 33 de El Mundo

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