La 'gente de los árboles' de Los Ángeles - La otra América

Foto: Isaac Hernández
Sábado por la mañana en Chiquita Street. Más de 30 voluntarios descargan del camión las palas, los azadones, las estacas y demás aperos para la faena. Se respira un aire de celebración en torno a la siembra, con bebidas y tentempiés para cuando flaqueen las fuerzas. Diecinueve ginkgos y decenas de arbustos aguardan en sus macetones en plena acera. Los pájaros de la calle Chiquita revolotean ansiosos.

Rachel Malarich, con el jersey verde que le acredita como TreePeople (la «gente de los árboles»), orquesta la ceremonia al otro lado de las colinas de Hollywood, donde el fragor de las autopistas sucumbe ante la fronda del valle de San Fernando.
«Los ginkgos son un árbol originario de Asia, pero se adapta muy bien a nuestra tierra», explica Rachel. «En otoño, sus hojas con forma de abanico se volverán amarillas, y será un momento muy especial... Pero van a necesitar cinco años para agarrar, por eso requieren toda la atención y el cuidado de la comunidad».

Lisa Sotelo y Joe Vargas, plantadores consumados, asisten a Rachel en la demostración. Los voluntarios aprenden a calcular la profundidad ideal, a alimentar la tierra con compost y hongos, a clavar las estacas a la distancia apropiada del tronco... Al cabo de 15 minutos, con el primer ginkgo ya en la acera, los TreePeople hacen un círculo en torno al nuevo vecino, le ponen un nombre simbólico y entonan el ritual: «Los árboles necesitan a la gente, la gente necesita a los árboles... ¡Bienvenido Herbert!».

La ceremonia se repite cinco veces, todas las semanas, en la inmensa geografía de Los Ángeles. En los últimos 35 años, la tribu de los TreePeople (15.000 miembros, 2.000 voluntarios, 40 empleados a tiempo completo) ha plantado más de dos millones de árboles. Las magnolias y los rododendros, los ciclamores y las jacarandas, los plátanos falsos y los robles californianos han moteado de verde el enjambre de autopistas y le han quitado la boina humeante a la ciudad.

En la mancha urbana más dispersa del país, donde el coche es más imprescindible que el pan, los TreePeople han logrado embarcar a todas las fuerzas vivas en la reforestación. El propio alcalde, Antonio Villaraigosa, apadrina ahora una campaña para plantar un millón de árboles más, y el mérito es sin duda del grupo fundado en 1973 por Andy Lipkis.

«Los árboles son más que un ornamento para embellecer las calles», sostiene Lipkis. «Proporcionan oxígeno, limpian la atmósfera, refrigeran la ciudad, captan la lluvia y protegen de las inundaciones... Ahora, con la urgencia del cambio climático, son aliados indispensables para restaurar la ciudad con la ayuda de la naturaleza».
La raíz de TreePeople es el hermanamiento ser humano-árbol, y el tronco es sin duda «esa conexión entre la gente que quiere traer salud y comunidad a su vecindario». El ideal de Lipkis es el 'citizen' 'forester', algo así como el 'ciudadano' 'forestal', cuidador del ecosistema urbano, familiarizado con el terreno y con su comunidad.
El 'citizen' 'forester' de Chiquita Street es un vecino de origen francés, Bau St. Gal, que se ha traído a su hija de 10 años, Camille, a la siembra y al ritual. Más de seis meses tardó Bau en convencer a sus vecinos, recaudar el dinero y tramitar los permisos para plantar árboles en la acera y en un aparcamiento.

Los TreePeople le dieron todo el apoyo logístico y humano. «Plantar árboles es la mejor manera de crear comunidad», sostiene Lisa Sotelo, ayudada por media docena de niños, «la gente se pasa el día en el coche y no conoce a sus vecinos».
«Las siembras ponen la primera semilla, pero las comunidades extienden luego su campo, y la gente acaba uniéndose a grupos locales para limpiar las playas, para restaurar zonas pantanosas, para captar el agua de las lluvias», señala Rosa Garza-Mourino, nacida hace 47 años en México DF y afincada en Los Angeles. Rosa ejerce como profesora de Humanidades y Cambio Social en la Antioch University y lleva un año con los TreePeople.

Los Tree People quieren embarcar ahora en la reforestación urbana a la gente de San Fernando, San Pedro y otras zonas de Los Angeles mayoritariamente hispanas. «Intentamos llegar a ellos con pláticas en español», recalca Rosa, «les recordamos sus valores originarios, les insistimos en la idea de traer el bosque a las ciudades y les pedimos que participen en las siembras comunitarias, que así es como empezarán a sentirse más integrados en su nueva tierra».

EL REFORESTADOR URBANO
Ejemplo. A los 15 años, Andy Lipkis tuvo ya claro que lo suyo era plantar árboles. En 1973 fundó el grupo TreePeople, pionero del movimiento de la reforestación urbana que alcanzó su máxima expresión en la plantación de un millón de árboles en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984. Miles de 'ciudadanos' 'forestales' han seguido desde entonces sus pasos y han propagado las semillas en las grandes metrópolis norteamericanas.
Abrió brecha con un libro, 'El simple hecho de plantar un árbol', y ahora está a punto de publicar otro sobre la necesidad de pasar a reforestación urbana. El ejemplo de TreePeople, marcando la senda al Ayuntamiento de Los Angeles, se puede imitar en su opinión en todo el planeta: «Tenemos que demostrar a nuestros gobiernos que estamos preparados para cambiar nuestro estilo de vida y evitar el cambio climático».

Carlos Fresneda | Enviado especial (Los Ángeles) El Mundo

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